Es
irritante que todo me resulte tan confuso. A veces me parece que la vida es un
nudo gordiano enmarañado de segundos. Las peores cosas que nos pasan son las
que no nos suceden nunca. Sé que todo está oculto bajo mi piel, y es por eso
que escribo siempre “Pendulando”, para ir tomando datos sobre mí, como si fuera
detective de mi propia vida y tuviera que descubrirme a mi misma en ambos
polos, como la verdadera asesina de mi historia.
Es
perturbador que uno pueda saber tantas cosas y saber que en definitiva no las
conoce del todo, es terrible que uno no pueda saber apenas un poco de sí mismo, incluso
sin saberlo, invente memorias de lo que fue un día. Quizás eso significa que
tengo un razonamiento deductivo impecable y que desentrañar los misterios que
me llevan al placer, a la lujuria o al éxtasis es una tarea a veces “impracticable”. Y a veces me pregunto: si existirá una vía espiritual para el sexo. Quizás sí, si
la inventáramos.
Es agotador
dirigir mis energías hacia algo que se me presenta de un modo por la mañana y
ha cambiado totalmente por la noche. Mi capacidad para la mudanza termina por
abrumarme y exasperarme. Y mi habilidad para reunir sensaciones en la punta de
la lengua a veces me parece una maldición… Otras no.
Puede que
tenga la sangre dúctil y se devana en hilos igual que a otros se les estanca o
se les pone azul según por donde sople. Ésta noche hace demasiado frío como
para no decir tonterías.
A veces me
gusta hacer planes y mirar el futuro como si pudiera controlarlo con una
jactancia un tanto imperfecta. Otras deseo entregarme al hedonismo con furia, con
espíritu de revancha, con tenacidad y esmero, pero soy demasiado imprecisa para
ser hedonista de verdad. O puede que sólo sea demasiado estúpida. Ya se que
pienso demasiado todo. Igual por eso me gusta tanto coger, porque se me vacía
la sangre de la cabeza en cada vuelo, porque en ese momento floto en mi inacabable
lubricidad, en mi excitación, en mis ganas de “Cogerme al mundo”, en
fragmentarme en pedacitos de felicidad y esparcirme por el universo… Pura génesis.
Hay días
que podría ponerlos a todos y a todas en fila y así los iría cogiendo, les
haría el amor, los llevaría al cielo en una especie de conjuro místico, en una
desgarrada incontinencia carnal. Mi incontinencia carnal. Quizás para
descubrirlos en esa esencia básica que somos cuando nos dejamos llevar por los
impulsos que estuvieron contenidos, cuando estamos confiados a otro, cuando
hacemos del placer del otro y del nuestro una trama para conocernos sin más que
el olor de nuestro cuerpo. Carne a carne.
Otros días
no. otros días me desnudo de mi personalidad “Pendular” desde el fondo de mis
entrañas y la hago bailar en mi conciencia como borracha de deseos, disgregada
en colores y sentidos, gozándome de mis habilidades, placiéndome, besándome la
boca, hundiendo mi verga en mis entrañas, cogiéndome a mí misma con la misma
ternura y pasión con que te cojo, o te hago el amor a vos, a vos y a ellas.
El
inconveniente es que a veces, termino enredada en mis propios nudos de placer y
me quedo inmovilizada, en el laberinto de mis propias sensaciones. Revuelta de
conmociones, encrespada de estremecimientos., mezclada de agitaciones y
temblores. Sudada.
Es entonces
cuando no soy capaz de separar unas impresiones de otras, de saber lo que es mío
y lo de otro, es cuando no puedo dejar de sentir en mis labios las ganas de
otro o de separarme del calor de esa piel suya, que no me pertenece, o de cómo
se mueve mi cuerpo cuando tiembla junto al suyo, pero que en realidad es una presencia
efímera.
Y es entonces que me siento con un nudo gordiano apretando en algún
lugar de mi conciencia, en mi pecho… entre mis piernas, confuso, oculto bajo mi
piel.