viernes, 31 de agosto de 2012

Buscame


Escribí un soneto a la misma vez que tus aventuras se meten en tus sábanas, luego vení y llename de armas blancas las sensaciones.
Pero con cuidado, que yo soy primavera y tengo la flor de piel. Caete por los laberintos que juntan mis curvas con la hierba de abajo, y perdete con tus dedos de poeta en la piel del diablo. 
Buscame un lugar infernal en tus pupilas, y mientras te olvidas la piel entre mis piernas, retame a un duelo de espadas retina con retina. 

Y luego volvé, que me tenes que lamer.

Vení, que te quiero lamer.

domingo, 26 de agosto de 2012

El beso


Desde el plano de mi ombligo que susurra en el límite del bosque, el cuerpo desnudo se adentra en la piel que alienta conjuros, escuchando la respiración que habla despacio, al placer de un fuego tibio.
Arriba, un beso desde la desnudez sin silencio de la caída (esperando que haya unos brazos al final de un tiempo sin tiempo).
La saliva del deseo se desliza en las caderas de mi soledad, le acaricia los pezones, succiona sus recuerdos y se los bebe en dos segundos. 

Luego le muerde la cintura, le humedece la entrepierna, queda infinita, penetrada, eyaculando imágenes a través de mis dedos.
Intenso lugar... tan intenso que altera la calma.
Un beso sobre mi pezón… Un beso en caída libre.


sábado, 25 de agosto de 2012

Amor de mi vida


Querido mío:
En un día como hoy no quería dejar pasar la oportunidad de recordarte lo mucho que te quiero, aunque eso  vos ya lo sabes muy bien.
Son tantos años juntos, aunque no lo voy a negar me costó encontrarte, tenes que reconocer tu timidez después de nuestro primer encuentro. Parece que fue ayer cuando a mis cinco años investigando me encontré con vos, recuerdo mi gran confusión al confundirte con un pene chiquitito y cómo se reían mis padres cuando les dije que en realidad era un nene mientras te mostraba orgullosa. Suerte que no fue así.
A pesar de mi torpeza con vos, no tardaste en comenzar a mostrarme tus sentimientos, que yo por ingenua confundía con ganas de ir al baño.
Pasaron los años y me olvidé de vos, te puse en manos del primer energúmeno que llegó y el pobre ni siquiera te reconoció el mérito.
Afortunadamente volviste a llamar mi atención y nunca hubiera imaginado que podías darme tanto y tan bueno. Sos tan generoso. Sólo el amor de verdad puede ser así, bastan apenas unos mimos para que me hagas explotar de satisfacción.
Ay qué placer conocerte tan bien! Qué bien la pasamos juntos. Qué lindo es el amor y tener la garantía de que nunca nos separaremos, de que tu felicidad será siempre la mía. Pase lo que pase siempre estaremos juntos.

Mi pequeño clítoris, prometo no volver a ponerte en manos de quien no te sepa cuidar, no volveremos a permitir que nadie te menosprecie, vos vales mucho y sólo mereces protagonismo.

Tu eterna amante.

martes, 21 de agosto de 2012

Él


En ese tiempo, mi vagina depilada podía gozar el juego sucio de sus dioses, y mientras siete arcoíris caminaban por mi cuerpo dilatándome completa, en mi espera yo clamaba ardores y dolor.
Luego, cuando con sus dedos digitaba para mí vaivenes de muertes eternas, con la lengua yo cantaba y escribía prosas sobre su corteza, que lo endurecían más y más.
La belleza de su miembro, tenía sabor al jugo caliente de una mora dulce, porque mi lengua se volvía agua al recorrerlo.
Cuando su cuerpo eyaculaba dalias dentro mío, mi clítoris se embriagaba mareándose, y alcanzando su ritmo orgásmico se bebía de él, hasta la última gota. 

Él, conjugaba mi cuerpo en todos los tiempos carnales.

Adjetivación del cuerpo.
Sustantivación del orgasmo.

- Se puede llevar el sexo a todo lo que existe?

Él me hizo saber que si.

Onanista


El sexo está adentro tuyo y todo a tu alrededor.
Levanta una piedra y lo encontrarás, corta un pedazo de madera y allí estará.
-¡Sexo! ¡Sexo! ¡Sexo! -grité. Tanto deseaba tener sexo que llovieron hasta hombres y prostitutas. 
Yo abrí bien mis piernas para que pudieran entrar hasta el fondo de mí, cuando los sentí a todos murmurar jadeos, contuve la respiración y volé.
Gozaron tanto dentro mío, que súbitamente aprendí a hablar diez idiomas diferentes.


domingo, 19 de agosto de 2012

El bar II


Apenas bajo el escalón de la entrada, noto como un vaho perfumado me corre entre las piernas calientes. Me mira decidido. Se acerca y me llama por el nombre que más le gusta para mí, y mientras me pregunta de quién soy puta, su voz se hace humo en el aire.
Avanzándome, hago varios pasos en retroceso hasta que me siento apoyada entre una pared y su miembro erecto. Me animo a recorrerlo con la yema de los dedos y compruebo su rudeza que entre mis manos se vuelve delirio, me toco y mojo mis dedos. Mi rajadura es carne viva.
Disfruto saber que desde lejos nos miran, gozo al sentir como unos cuantos ojos clavados a nuestras caderas nos devoran, muertos de celos, lo sé.
Con la seguridad de quien tiene gustos precisos, me toma por la cintura con una mano, mientras con la otra levanta mi falda que se empeña en enrollarse, cuando me aprieta y refriega sus duros bordes contra mi pelvis, mi vagina se funde a su pantalón en un primer contacto orgásmico.
Con la lengua, puedo oír las pisadas de su corazón caminar por las venas de su cuello. Mientras me lame se sonríe. Toco sus labios carnosos y penetro su boca, nuestras lenguas copulan y me impregno de su sabor a ron.
Se separa y me observa victorioso, con la mano derecha me abraza con firmeza y me sube al auto. La izquierda me desviste despacio como si temiera lastimarme.
En un beso amplio y profundo, cubre mi desnudez y absorbe la escarcha que tantos meses de espera han dejado en mi cuerpo. Con un gesto ávido me invita a saborearlo más abajo… Lo bebo y me dejo embriagar por ese sabor lácteo con que me endulza el paladar.
Como ida del tiempo, noto que nuevamente me gira de espaldas y percibo un roce de poros, mientras se encamina acompasado a mi cadera erguida a la altura de la suya y se la entrego. La humedad de nuestro aliento quema los cristales y mis manos rasgan huellas que me dejan ver un ir y venir de luces tenues.
Le sigo el ritmo, me dejo abusar y gozo mientras mi garganta hilvana un puñado de gemidos a los suyos.  Siento que nuestro roce casi lo quema, pero no se retira.
Empalada siento que con su lengua va llevándose la piel de mi espalda sudada. Yo deshago sabores en la yema de mis dedos y me declaro su ramera.
Ya no soy yo: soy el líquido vivo que lo habita y mil convulsiones mortales.
Se detiene y no puedo contenerme, giro y lo miro: sólo me escurro silenciosa entre sus dedos. 
De pronto, una voz lo separa abruptamente de mi cuerpo y le dice:
- ¿Me dejas probarla?
La mujer que acaba de entrar al auto, me arranca de su mano y se arrodilla ante mí, me mete completa en su boca y se lleva de una mordida, el caliente vapor macerado en mi bragadura, en ese bar.



domingo, 12 de agosto de 2012

El bar


La boca de mi sexo busca en el aire algún aliento. Intento distraerla pensando en la canción que acompaña las alcohólicas sonrisas que amueblan el bar, pero el ritmo de la música acelera su pulso. Palpita. Me obliga a mirar de mesa en mesa, de cuerpo en cuerpo. Un hombre me sonríe al otro lado de la barra. Levanta la copa, entonces un suave tambor golpea mi carne por dentro y la enrojece.
Él comprende, se pone de pie y avanza hacia mí. Mis ojos están fijos en los cuerpos afanosos de lujuria y pantalones abultados, que se mueven persiguiendo su sexo, disfrazando con una melodía carnal la dolorosa sed de piel sudada.
El hombre me mira y no se detiene; parece adivinar la contienda que me aturde. Se acerca. Algo me dice. Puedo oler el ron que navega por su sangre. Como una llama sobre licor derramado, mi sexo corre por toda la piel y la enardece.
Yo intento ocultarlo pero mis álgidos gestos no son suficientes: sin mucho esfuerzo, él toma mi mano y me conduce al rectángulo de duelo donde decenas de pies se arrebatan el espacio. 
El sonido de la música nos sueltan los pasos. La clave seductora ejecuta un temblor en mis piernas sincopadas, las suyas me siguen con un tacto perfecto. Mis hombros se relajan. Él se aproxima. Su mano, con una firme caricia circular, sostiene mi espalda que se empeña inútilmente en alejarme de su pecho. La pena y la razón me abandonan en un golpe de contracciones y con un respirado y húmedo beso, se realiza la ondulación de nuestras cinturas y las empalma.
Mi sexo siente en el suyo el latido del bajo, que babea, me ensordece.  El roce  nos hace cambiar el ritmo: mi cuerpo parece mudarse a su cuerpo en la lentitud de un giro. 
El hombre me mira y sonríe. Le pregunto su nombre. Él nuevamente acerca sus labios, me deja un hilo de letras pegados en la boca, me hace tragar el sabor de su voz, y se retira.
Lo veo salir del bar solo, sin prisa gira, me observa y me hace un gesto de acercamiento. Mientras me paro y camino trémula hacia él, una lágrima ácida se me escurre entre las piernas.


martes, 7 de agosto de 2012

Profana


Fue lo único que recibí mi Señor. Me escribió un breve mensaje para placerse con mi boca, para que yo lo lavara con mi lengua, (y Usted sabe que eso me dispara), pero me gusto más sentirlo adentro.
Yo estaba arrodillada, con su miembro entre mis labios y me pidió que me levantara para ver si estaba mojada, luego de que me probo los dedos, en un arrebato delicioso me giro e hizo que me incline de espaldas a Usted y me penetro tres veces para luego volverme a mi antigua posición, y que yo terminara lo que había empezado, y así estuve como ausente en el tiempo, devorándolo hasta que se mi boca se sintió completamente untada de sus bálsamos.

Espero lo entienda mi señor y no se mal interpreten éstas palabras, porque si algo es verdad, es que no me importa realmente ser su puta. Con la mirada baja y llena de ganas repito ésta frase que escuche por casualidad, y que a mí me responde muchas dudas:

“Para algo ha de servir este dolor que siento. Lo siento, éste encendido sentimiento de deseo, y de esclavitud a sus caderas es más fuerte que mi voluntad.”

Vuelvo a repasar su intención sobre mi delirio y recuerdo que así desnuda y abierta, me complació hasta la enajenación. Mientras yo estallaba con el ano dilatado por sus dedos y la vagina húmeda, trataba de hilar sus gemidos con los míos, y con la boca ligeramente abierta lamía los azulejos macerados con mi aliento.
Ardiente y dócil para Usted, sólo para usted mi amo, entregada de éste modo, esperaba su castigo orgásmico.
No me importa saber quién soy, y si es que soy alguien o sólo una aprendiz de puta, desnuda me entrego para que Usted me enseñe más.
Arrodillada, y si Usted también lo desea con las manos atadas me ajusticia como profana que soy ante su presencia. Haga que yo le implore, y aunque que Usted ya sabe que no suelo pedir la ración de su carne, acepto el castigo que me da cuando sin preguntar me convierte en una cualquiera.
P.D.
Sólo espero tenerlo pronto entre los labios y sentirlo dentro, ahora llegaré a casa a masturbarme sintiendo la sensación de estar aún contenida, y pensando en la promesa del próximo encuentro.


domingo, 5 de agosto de 2012

Ellas


Ya eran adictas al lenguaje resbaladizo de sus pieles, dependientes de sinfonías secretas interpretadas de a dos. Eran adictas a cruzarse en rojo una y otra vez.
Una sobre otra, las bocas siempre terminaban confundiéndose, sus bocas se abrazaban por los bordes, derribando el horizonte encendido de sus líneas. 
En cada encuentro, rompían con su saliva como olas sobre las playas de sus lenguas, y se sumergían entre la sed y el océano profundo que las bebía. 
Sus labios siempre terminaban encarnados, uno en el otro, probando la mezcla de sal y de secretos, luego se miraban llenas de intensiones y reían, acariciándose la piel adormecida: Luego se desprendían.


(Y lentamente volvían a ser boca.)


Desnuda y quieta


Después de arañar con saña los rincones asfaltados, de vender, de subastar el cariño inocuo que me dan. Después de morder cien corazones para desayunar, con la respiración entrecortada, mi lengua absurda como un cristal se rompe.
Y así me acuesto acompañándome hasta el hartazgo...  
Desnuda y quieta... Desnuda y quieta...
Y no es más puta la que busca compañía a toda costa en corazones que ya están llenos, o en tacos de charol, o bajo la vía.
Y no es más puta la que por muerte súbita busca intoxicarse con la vida.
Ya el frío no me mata, lo que me acelera el pulso es el maldito viento en diagonal que me atraviesa la frente.
Entre penumbras, sólo escucho el taconear de mis pasos y observo como unos cuantos perros vagabundos con dientes de crueldad se compadecen de mi.
Caminando a un ritmo medido, siento como un puñado de ojos indagan en mi soledad y me subastan por la nuca, y la sensación en el pecho, es similar a mil  balas cargadas de cicuta.
No sé porqué, pero en la tibieza de mi mente aún susurra un idealizado "te quiero", dos palabras tan inalcanzables que ni yo me las creo.
Y ya no las quiero imaginar más!
A esa altura de la madrugada, mi yugular es a prueba de bombas, de terrorismo personal.
Y finalmente me doy cuenta de que me encuentro sola en medio de una epidemia de poesía sin poeta, con mi lengua absurda que como un cristal se quiebra y sangra por mi boca.
 Y así amanezco una vez más... 
Desnuda y quieta... Desnuda y quieta...




miércoles, 1 de agosto de 2012

Es


Es rugir de carnes entre las manos, dejando trincheras sin aliento y succionando el sopor del cautiverio.
Es un bosque lampiño donde no existe rendición al oponente.
Es una batalla exclusiva muslo a muslo, miembro a miembro, sin perdón, por rebelión al enemigo.
Es un combate privado que se expande en placeres por un clímax fugaz y avasallante.
Es entonces luz sobre noches de piernas abiertas y pubis depilados, bebiendo de a grandes sorbos el sudor de los estruendos orgásmicos.
Es un momento donde no existe la concesión o el dictamen ajeno, que recurra a aplacar el instinto desatado.
Es el hurgar de huecos mojados como espías sin clase. Agresivos en la lucha del rostro escondido entre la cadera. Es la batalla descarnada del pecho a pecho latiendo a un ritmo sideral.
Es un volcán caliente en gónadas húmedas derritiéndose sobre lenguas suaves de almizcle y vaginas calientes que explotan con la fuerza de misiles entre gemidos de un desmayo deseado.
Es el falo erecto que cruza como un sable, los muros de telones magros y transparentes de mucosa.
Es táctica y estrategia para resucitar airosos en la escena de la muerte.