lunes, 5 de noviembre de 2012

Hay noches




Hay noches que son bichos que te muerden. Noches que te despeinan con su indomable aliento. Noches que no son noches, ya que se asemejan la misma eternidad.
Hay noches en las  que te sentís invencible y cruzás en rojo una y otra vez, sin mirar a los costados. Son esas noches que te tumban y te levantan, que te matan y te condenan, pero no del todo.
Hay noches en las que crees que has vivido todo, pero en realidad estás estrenando un “Déja Vu” inacabable, que te lleva al galope de un caballo.
Son noches que cuando se duermen y observas a tu alrededor, sentís te quedan grandes. Noches que pasarán a la posteridad como una innumerable cantidad luces policromáticas, con sabor a champagne y sensación vertiginosa.

(Humedad desbordada y lasciva).

Son esas noches que huelen a pólvora. Noches en las cuales te mordes las uñas hasta despellejarte la carne sólo por beber de todo, un poco más. Son esas noches que te descomponen. Noches en que te delatarías en una rueda de reconocimiento y aún así, continuarías matando y dejándote matar.
Hay noches que se vuelven un sueño, noches que te llevan de viaje, pero con un retorno asegurado. Son esas noches cuyas facturas quizás lleguen con intereses reservados, pero son noches con garras, dientes y vapores con el santo veneno que te hace olvidar. Son esas noches en las que te rendís al mordisco y cruzás la línea. Sólo por probar un poco más.

Una y otra vez. 

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