domingo, 28 de octubre de 2012

Trilogía erótica II



Entonces, pegarme a la pared le resulta justo. Mi aliento fijado a la dureza del muro que lo abraza. Él fijado a mi espalda. Su sexo en mis nalgas. Su boca en mis hombros, en mi cuello, en mis hombros, en mi cuello, en mis hombros. Lengua y dientes. Dientes y lengua. Uno, dos o tres suspiros suyos deslizándose bajo mis poros y rozándose unos con otros en mis oídos.
Otros se aferran a mi lengua y me chupan los quejidos lentos, suaves y sutiles. Su verga de acero y empinada haciéndose espacio entre la breve ranura que separa mis nalgas, reluce. Entonces bajar, bajar hacia ellas. Bajar entre ellas. Separarlas y grabarme con la saliva que le suda la lengua todas las cartas que la Srta. Vengance le escribió a la Mujer Pendular, me desquicia. Esas que hace mucho le mostré en una confesión alcoholizada. Todas ellas, detallando un juego de lenguas que a él lo sofocan. Me jura leerlas una a una, e irlas dejando entre lengüetazos impacientes en el camino suave que llega hasta la entrada de mi culo de ninfa dormida.
Sentirme acabar y en plena muerte subir nuevamente a mis oídos, lo vuelve poderoso. Bajo la manta sonora de mis gemidos, leerme unas líneas que inventa para envenenarme, me sacrifican:

- "Quiero hacerlo de forma increíblemente grosera. Quiero sentir tus labios calientes, tu boca lujuriosa chupandome".

Justo allí, sus dedos comienzan a atornillarse suavemente en mi vulva y mi culo, ambos, al mismo ritmo, buscan que me derrame entre las líneas que continúa susurrándome al oído:

- "Lucha con tus tetas y tus pezones rosados​​. Dale, lucha y acercalas a mi rostro. Frotalos, inducí la succión, hacé que tus pechos te lleven lejos otra vez, lográ un orgasmo acústico con mi succión. Hacelo. Hacé que se te peguen entre la espalda y las nalgas las ganas de sodomizar. Como una perra".


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