lunes, 17 de diciembre de 2012

Muerte súbita


Es de noche y es entonces cuando la muerte súbita me arranca la piel de la nuca.
Se me cuela en la garganta trenzando tres cuerdas vocales corruptas y me hace añicos el cristal de la retina… Bucea en mis pulmones encharcando mis jadeos.
Habla a gritos, rasgando trozos de tímpano desgastado, matándome el silencio y sumando la locura que restaba en la esquina de la lengua, en un rincón entre mis piernas.
Me oprime con los dientes las entrañas, masticándome la calma, girando a la derecha cuando llega a la cintura.
Pinta lazos con mi tubo digestivo, envenenado de paciencia... estrangulando mi urgencia.

Se clava a las puntas de mis venas haciendo que toquen el suelo, mientras dejo que jueguen con ruletas de fuego en mi boca taciturna, tan vacía de vida.
Y es entonces cuando la muerte súbita me acompaña hasta la cama y me susurra:
- “Hasta mañana, yo sólo trabajo de día…”