viernes, 28 de diciembre de 2018

El recuerdo quema




Soy mi propia proxeneta, y trafico por mis medios las siluetas que perdí. Las llevo del presente al pasado, del pasado al futuro, del futuro al cuasifuturo.
Yo prostituyo mis recuerdos intentando penetrarlos con algún sedante que los calme, uno de esos frascos genéricos, cuya indicación nos mande de regreso a donde fuimos.
Y aunque lo olvide, no dejo de recordar lo vivido, creo que comprendes, el techo sin buhardilla no sirve, nada se cierra sin un orificio que nos deje ver más allá.
Me podré ahogar en una borrachera típica de una idiota post-arrepentida, pero vos y solo vos sabes, que al fin y al cabo, no lo intenté porque no sé intentar o sé intentar de otra manera. 


Y en ese juego lo entendiste todo tan al revés.
Al revés.

Es por eso que tu tren se cargó se escoria, y el mío de leña para no poder olvidar.

Lo acepto.

Tal vez esta vez erré.






martes, 2 de octubre de 2018

Rojo


Ésta madrugada no puedo conseguirte en dosis correctas. Sólo tu voz se me afinca escondida en el cuello y me recuerda los vapores de tus jadeos. 
Críptica me decías y así me titulaste, me condensaste. Ahora siento que me falta la brújula pero para qué, si no tengo norte. Me lo extirpaste, como un tumor. Sin amor. Tan parecidas éstas palabras, vibrantes, terribles, porque crecen, se hacen un hueco,

y lo llenan. De rojo.
Un mechón me eriza la piel de la nuca, me hurta esa marca de sonrisa que monopolizaste hace doscientos días, y que ya no está a la venta, por tu afición a poner fecha caducidad a los orgasmos.
Lo imagino y me gusta demasiado el decorado, y volver a jugar, ser la protagonista de tu película porno barata, mostrando un trozo más de pierna, y también más de lo debido. Una escena en que el tacto se vuelve suave, luego de respirarnos feroces las ganas….
En el reparto somos dos lamiendo hasta las paredes de alguna habitación de hotel, con desayuno incluido de trozos de carne y mermelada de sudores.
Pero todo es mentira… la escena se vuelve lisérgica.

Rojo oscuro, profundo,  tarado. Siete menos cuarto, cuento doce menos diez en éste cuarto.
Rojo ya mas claro... me quedo hipnotizada, son siete los agujeros negros de tu espalda y cuatro mis desgarros.
Rojo...y son casi las ocho, el frío se me clava en las entrañas y me acerco. Y otra vez me desgarro.
Claro, cada vez mas claro... en la escena subis y bajas la mano...
 


Nueve y suena ahogada una sirena, los fantasmas se nos cuelan en el fondo de las piernas.

Abro y cierro las piernas, pero ya te has ido, y la ropa sigue acordándose del ruido. 


Y la luz que entra por mi ventana sigue hablando sola.