Por la facilista decisión de hurgar la marca que dejó la
urgencia de aquel deseo con el que tanto se habían sentido, se jugaron la
altura de lo único auténtico que los unía: la oportuna distancia.
En poco más de una hora ese 'todo' y ese 'tanto' que los definió durante años se diluyó en una 'nada', y a la madrugada se dieron cuenta que sus mentes y sus cuerpos ya no compartían nada más.
En poco más de una hora ese 'todo' y ese 'tanto' que los definió durante años se diluyó en una 'nada', y a la madrugada se dieron cuenta que sus mentes y sus cuerpos ya no compartían nada más.
Resultaba impensado, ahora como otras
tantas veces, en este caso tampoco el vino había sido el amor.
Ahora ambos se sentían parte de una banda
inapropiada.
Se contaron historias como antes,
historias donde había
canciones que hablaban de panoramas vistos desde un puente. Del ruido de los
letreros incandescentes a la madrugada. Hablaron de sus intentos de no morir
fugados. Se explicaron un cúmulo de palabras mal vividas y peor rodadas.
Por la espalda dejaron caer estigmas que se creyeron ilusiones y sueños que no
consiguieron despertarse. Se besaron de cerca con todos los permisos caducados.
Y se lamieron las tragedias otra vez.
Pero en un
pestañear, habían descendido a ese lugar fácil en el que lo liviano es lo que
le da forma a lo impreciso y a lo efímero.
Aún no había salido el sol, sin embargo no les hizo falta
más que diez segundos luego de ese saludo lleno de distancias, para darse
cuenta de que ese rapto sólo les había servido para convertirse de ahora en
adelante, en nada más que 'simples diferenciales'.
La tragedia.
La historia final.