lunes, 29 de octubre de 2012
Son esas
Me fascino con las chicas que te miran por encima del hombro en el colectivo y se sacan las bombachas del culo con disimulo. Suelen llevar el pelo suelto, largo, limpio. Huelen a Coco Mademoiselle alternativo, y pienso que deben tener sabor a frutillas con crema acompañado con un vaso de agua fría.
Son esas chicas que combinan leggins con camisa de hombre y no se pintan los ojos de negro. Tampoco caminan, desfilan. Una detrás de otra. Comen, critican, besan con la boca pequeña. Y se quejan de que sus novios no las atraviesan (muy seguido).
Son sensibles al cambio y adictas a la testosterona. Creo que me caen simpáticas porque, en el fondo, son unas ninfómanas, unas hembras alfa remilgadas, esperando a que las abran como un canal y les lleguen adentro, muy adentro. Como a todos. Como al resto.
domingo, 28 de octubre de 2012
Trilogía erótica II
Entonces, pegarme a
la pared le resulta justo. Mi aliento fijado a la dureza del muro que lo
abraza. Él fijado a mi espalda. Su sexo en mis nalgas. Su boca en mis hombros,
en mi cuello, en mis hombros, en mi cuello, en mis hombros. Lengua y dientes.
Dientes y lengua. Uno, dos o tres suspiros suyos deslizándose bajo mis poros y rozándose
unos con otros en mis oídos.
Otros se aferran a mi
lengua y me chupan los quejidos lentos, suaves y sutiles. Su verga de acero y
empinada haciéndose espacio entre la breve ranura que separa mis nalgas, reluce.
Entonces bajar, bajar hacia ellas. Bajar entre ellas. Separarlas y grabarme con
la saliva que le suda la lengua todas las cartas que la Srta. Vengance le
escribió a la Mujer Pendular, me desquicia. Esas que hace mucho le mostré en
una confesión alcoholizada. Todas ellas, detallando un juego de lenguas que a
él lo sofocan. Me jura leerlas una a una, e irlas dejando entre lengüetazos
impacientes en el camino suave que llega hasta la entrada de mi culo de ninfa
dormida.
Sentirme acabar y en
plena muerte subir nuevamente a mis oídos, lo vuelve poderoso. Bajo la manta
sonora de mis gemidos, leerme unas líneas que inventa para envenenarme, me
sacrifican:
- "Quiero
hacerlo de forma increíblemente grosera. Quiero sentir tus labios calientes, tu
boca lujuriosa chupandome".
Justo allí, sus dedos
comienzan a atornillarse suavemente en mi vulva y mi culo, ambos, al mismo
ritmo, buscan que me derrame entre las líneas que continúa susurrándome al
oído:
- "Lucha con tus
tetas y tus pezones rosados. Dale, lucha y acercalas a mi rostro. Frotalos, inducí la succión,
hacé que tus pechos te lleven lejos otra vez, lográ un orgasmo acústico con mi
succión. Hacelo. Hacé que se te peguen entre la espalda y las nalgas las ganas de
sodomizar. Como una perra".
viernes, 26 de octubre de 2012
Trilogía erótica I
Lo cabalgo.
Lo arreo mientras dejo flotar mis tetas al ritmo que marcan mis embestidas
sobre su cuerpo duro. Con vapores le tejo senderos en el pecho. Lo cabalgo.
Rezo para que mis caderas se anclen y profundicen el sopor de su lanza. Sobre enfurecidas nervaduras, lo cabalgo.
Lo cabalgo y
me muevo de tal forma que la raíz de su sexo queda oculta en la oscuridad de mi
vagina. Me muevo. Me muero, vuelvo y jadeo… y muero. Levanto mis caderas, con
la yema de la lengua descubro su verga, subo hasta la punta y luego me dejo
caer, me dejo rodar de nuevo hasta la raíz.
Siento el
flagelo que va abriendo paso en mi carne hervida. Subo y bajo a discreción.
Subo y bajo. Bajo y subo. Lo hago al ritmo que quiero. Lo hago al ritmo que
muero. Duro. Suave.
Le arranco la
piel y elaboro mi propia sinfonía desde su carne que grita espasmos. Lo cabalgo
y mis caderas van marcando el cincelado de su falo en mi cavernosa humedad. No
tengo razones para detener el ir y venir, el bajar y subir. La sabia resbalosa en
mis labios lo agigantan. Sus manos
acomodadas en mi cintura ayudan a profundizar la herida que se abre más y más. Lo
cabalgo hasta que se despiertan las furias. Yo muero.
Y mientras él
con un dedo levanta mis labios, me invita a mirar bien cómo mis fluidos
resbalan por la venas aún inflamadas. Lo entierro de nuevo. Lo trago otra vez y
no dejo espacio sin lacerar.
domingo, 21 de octubre de 2012
Confesión
Como recuerdo.
domingo, 14 de octubre de 2012
Srta. Vengance
La señorita Vengance me la tiene jurada y no me comprende demasiado, pero a pesar de eso, siempre me hace saber lo mucho que me quiere… Ella a veces piensa que soy una mujer demasiado sentimental y fácilmente franqueable.
Cuando le digo que no me gustan los hombres que no saben a leche y miel, que no huelen a querer hacerte la mujer más feliz de la habitación, su rostro se transforma.
Sin embargo ella conoce a la perfección mis giros de mujer pendular, entonces cuando le digo que me gustan esos tipos que te dicen qué es lo que te espera si succionas con cuidado, si no dejas que se te escape ni un sólo suspiro, se regocija y me sonríe.
La señorita Vengance, se lame los dedos cuando le cuento que me fascinan esos hombres que piensan en mi cuando se masturban, y se preguntan si me ofenderá que me cojan por la nuca sin pedirme permiso.
Son esos mismos hombres que dejan caer su mano sobre tu corazón y aprietan muy fuerte, para después sorprenderse de que no haya sangre, de que ya no duela. De que la carne cruda no valga y de que, pasada la medianoche, los sueños se deshagan como bocanadas de humo en el aire.
La señorita Vengance me dijo una vez más, que aunque me la tenga jurada por ser yo tan sensible, va a hacer lo imposible para que aprenda que de sus vueltas locas, se sacan muy buenos bocados. Y también mencionó, que nunca dejará de llamarme para saber de mi.
Son esos mismos hombres que dejan caer su mano sobre tu corazón y aprietan muy fuerte, para después sorprenderse de que no haya sangre, de que ya no duela. De que la carne cruda no valga y de que, pasada la medianoche, los sueños se deshagan como bocanadas de humo en el aire.
La señorita Vengance me dijo una vez más, que aunque me la tenga jurada por ser yo tan sensible, va a hacer lo imposible para que aprenda que de sus vueltas locas, se sacan muy buenos bocados. Y también mencionó, que nunca dejará de llamarme para saber de mi.
jueves, 11 de octubre de 2012
Vértices
Anoche supe que
mis tetas subdesarrolladas no le fueron suficientes. Supe que no se puede
amamantar a su misma camada, no se debe aunque a veces no quede más remedio. Hoy
ya no lo intento.
Mis ganas,
resultaron agrias de tanto aguantarme, y en vano se escaparon supuradas por mis
pezones agrietados. Hoy sé que como la lejía, hay esperas que también amarillean
los flujos impacientes.
Por momentos me
pica la cicatriz y me toco allí, justo allí en ésta rajadura enorme, con
puntadas de sobrehilado que tejo con la yema de mis dedos, doy consuelo a ésta
raja enorme, por donde alguna vez cogimos jugándonos la vida.
En mis ángulos, aún
martilla la sensación de labios febriles agrietados, supurando besos
calientes, aguantados, contenidos como orgasmos inhibidos, como nudos en la
garganta, como gemidos atragantados, y un orgasmo a medio hacer.
En mi centro, me
amaso el verbo, el sexo, el verso, me amo, me regalo toda haciendo
tiempo, y muero una vez más mientras espero. Mientras me regalo toda,
me amaso el verbo, el sexo, el verso, me lamo, me relamo, haciéndome tiempo y
mujer. Y ganas.
Con las piernas
abiertas mis dedos me repasan y voy limpiando mis urgencias con esmero
desmedido. Con esmero me abrillanto las escamas que plastifican mi vulva húmeda,
entrometida, que aún araña y enrojece. Que aún se irrita.
Para salir de
mi espasmo, con las piernas abiertas voy lamiéndole el cuello a la vida.
Con
las piernas abiertas vuelvo a la vida y me sumerjo, y cicatrizo… Y vuelvo
a comenzar mientras me regalo toda.
jueves, 4 de octubre de 2012
La rubia pendular II
La rubia pendular me dijo que fantasea con las contiendas que se desatan en esas fiestas. Habla con seguridad de esos extremos diluidos, de libertad moral.
Ella ha maquillado sus pestañas y se ha puesto tacos altos. Su labio superior se eleva, a veces. No es mitómana, pero siente que los que no sueñan con algo diferente, son unos idiotas que piensan que lo único bueno es el pan.
Ella me contó que a veces le falla el contexto, pero no del todo, porque si no lo tiene, se lo inventa.
Ella no es de esas rubias de ficción, en fin, la mujer pendular vive esa parte de su realidad como más le gusta.
martes, 2 de octubre de 2012
La rubia pendular
La rubia pendular no es malvada. Sólo escribe como piensa. Quizás a veces pueda lucir egoísta, pero no lo es.
La rubia pendular es distraída y algo mutante. Lo único que desea es ver salir el sol por el oeste y esconder sus pies nocturnos antes de que el amanecer se lleve sus pasos.
La rubia pendular tiene los pies fríos y la entrepierna húmeda, como su lengua...
La mujer pendular
Podría enamorarme de ella. La mujer pendular dice cosas como que "emborracharse y enseñar las tetas en público no es un acto que le dé poder personal a una".
Dice que "todas las mujeres están tan bien diseñadas y programadas por el constructo de la sociedad patriarcal que ya no saben qué beneficia a sus intereses". Damiselas encerradas incapaces de animarse a cruzar en rojo.
La mujer pendular a veces es tan sabia, que le besaría los pies como si fueran dos polos de crema.
A veces
A veces se contraen los hilos que atraviesan los tejidos de piel viva en mi cintura. A veces mi calentura flota encima del colchón. A veces soy carne de cañón, recitándome un verso o vendiendo un beso con mi lengua en contrabando.
Tengo un doble fondo en el cajón para los sueños raros. A veces huelo a café, y no llevo nada debajo. A veces soy descolocada como una pieza de rompecabezas barato.
A veces soy sístole y touché, diástole y labio de trapo, sangre potable, sílaba rota. Vivo el deseo que se me muestra, pero él ya no me permite tocarlo, y luego de cada espasmo (injusto), yo muero en un infarto.
A veces estoy desorientada como una pieza de rompecabezas barato.
A veces abrillanto teclados o simplemente cierro los ojos. A veces agacho la cabeza, o le sonrío a unos ojos que indiferentes a mi calendario, me sonríen.
A veces, si, a veces, porque es lo que se pone en la partida de nacimiento de mis humedades, me lamo sola las piezas que me faltan engarzar.
lunes, 1 de octubre de 2012
Demasiados "Casi nunca"
Casi
nunca estábamos desnudos ni acostados, siempre apoyados sobre un auto, en un
callejón oscuro o a la sombra de un árbol, él agachado entre mi falda, hacía
que se perdieran consecutivamente los botones, como el que arroja monedas a los
pobres.
La ropa medio caída o escalando hacia mi cintura, era más que suficiente para abrir el paso a la carrera. Nunca me vió desnuda. Nos movíamos entre sombras a escondidas y mi figura contorneante, limpia y clara, únicamente se forjó en su cabeza.
En arrebatos de locura enlazaba su mano en busca de mi sexo palpitante y me gustaba apostar, me jugaba un orgasmo al detenerlo cortando su trayectoria para lamerlo.
Los latidos en su cabeza cegaban la voluntad de mis dedos y sólo pensaba en unir nuestros res-ba-lo-sos sexos.
Cuando abría su boca para que expulsara sus extasiadas maldiciones, me las ahogaba con su lengua, faltándome la respiración y encontrándola sólo a través de su garganta.
Él volvía a sonreír sabiéndose triunfador, único dueño y tirano de esas humedades. Luego recogía los restos que de mí quedaban y los atesoraba, chupando mis dedos con succiones de niño pequeño, y oliéndolos después con intensidad.
Se relamía de gusto y me besaba con calidez, y yo iba volviendo en mí a través del alimento que tomaba de su boca, mezcla de su sabor y el mío.
La ropa medio caída o escalando hacia mi cintura, era más que suficiente para abrir el paso a la carrera. Nunca me vió desnuda. Nos movíamos entre sombras a escondidas y mi figura contorneante, limpia y clara, únicamente se forjó en su cabeza.
En arrebatos de locura enlazaba su mano en busca de mi sexo palpitante y me gustaba apostar, me jugaba un orgasmo al detenerlo cortando su trayectoria para lamerlo.
Los latidos en su cabeza cegaban la voluntad de mis dedos y sólo pensaba en unir nuestros res-ba-lo-sos sexos.
Cuando abría su boca para que expulsara sus extasiadas maldiciones, me las ahogaba con su lengua, faltándome la respiración y encontrándola sólo a través de su garganta.
Él volvía a sonreír sabiéndose triunfador, único dueño y tirano de esas humedades. Luego recogía los restos que de mí quedaban y los atesoraba, chupando mis dedos con succiones de niño pequeño, y oliéndolos después con intensidad.
Se relamía de gusto y me besaba con calidez, y yo iba volviendo en mí a través del alimento que tomaba de su boca, mezcla de su sabor y el mío.
Conjugar
Desde la última vez que me tocó, supe que nunca bailaré en aguas que no me quitan la sed.
Con él me volví una adicta a cruzar en rojo... Conjugar nuestro alfabeto nunca me había resultado tan necesario.
Respirar. Coquetear. Tentar. Embelesar. Tocar. Estremecer. Desear. Golpear. Excitar. Arañar. Besar. Jadear. Susurrar. Acariciar. Excitar. Manipular. Pajear. Lamer. Levantar. Morder. Transportar. Disfrutar. Dilatar. Voltear. Suspirar. Gemir. Penetrar. Empujar. Temblar. Sonreír. Estremecer. Extasiar. Gritar. Sudar. Gemir. Coger. Correr. Apretar. Aplaudir. Celebrar. Relajar. Suspirar. acostar. Abrazar. Mirar. Irse.
Y en caída libre pintar orgasmos translúcidos. Una y otra vez...
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