lunes, 17 de diciembre de 2012

Muerte súbita


Es de noche y es entonces cuando la muerte súbita me arranca la piel de la nuca.
Se me cuela en la garganta trenzando tres cuerdas vocales corruptas y me hace añicos el cristal de la retina… Bucea en mis pulmones encharcando mis jadeos.
Habla a gritos, rasgando trozos de tímpano desgastado, matándome el silencio y sumando la locura que restaba en la esquina de la lengua, en un rincón entre mis piernas.
Me oprime con los dientes las entrañas, masticándome la calma, girando a la derecha cuando llega a la cintura.
Pinta lazos con mi tubo digestivo, envenenado de paciencia... estrangulando mi urgencia.

Se clava a las puntas de mis venas haciendo que toquen el suelo, mientras dejo que jueguen con ruletas de fuego en mi boca taciturna, tan vacía de vida.
Y es entonces cuando la muerte súbita me acompaña hasta la cama y me susurra:
- “Hasta mañana, yo sólo trabajo de día…”






viernes, 16 de noviembre de 2012

Puta



Y es más grande la necesidad de cogerlo cuando me pregunta porqué soy tan puta, y me siento afanosa, porque no me queda mejor otro título sobre él. Porque  mientras yo me someto, le respondo que sólo me gusta ser sumisa en su falo.
Que el mundo entienda mi silencio como una castidad fingida, que sólo sabe declarase en los orgasmos que derramo sobre su dureza… Que el mundo todo me vea oscura en mi silencio, mientras mi humedad que se encuentra con su boca sedienta, lo hacen mi amo.
Que me llame la más grande de todas sus “Putas”, mientras va desde las montañas húmedas de mis pequeños senos hasta la planicie lisa de mi vientre…  Que me declare la ramera de todos cuantas veces quiera, que se enrosque con su lengua en la lujuria de mis labios oscuros, y que me destroce mientras saborea mis flujos de gozo.
Que me  envicie para siempre con la imagen de sus manos aferradas a mis caderas, mientras siento como se quema su garganta mientras me traga transparente y hervida.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Ellas todas



Las malditas son también las manidas, las lustrosas ilustradas, las locas enfermizas, las hijas díscolas, las espectrales teorías hechas carne. El verbo en movimiento y el yo disuelto. Permanecen todas ellas como vírgenes macabras. Yacen en sus sepulcros literarios marcando el paso a las siguientes, y a las otras. Amapolas en diciembre, desteñidas.
 
No me queda más que ser carne ajada, transparente, de latido tímido, de mirada tenue, para que me perdonen los padres de todas ellas. Por escupir sobre muertas, penitentes. Cobardes, suicidas. Insolentes.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Trilogía erótica III




La pared blanca del cuarto lame mi espalda. El recorrido de su lengua de cemento me eriza los vellos del cuello. Levanto los brazos como intentando alcanzar con las uñas cortas el vientre oscuro de la noche.
Mis senos levantan la mirada. Él se acerca para acariciar mis brazos que insisten. Mis axilas desnudan mi rostro sonriente y tímido. Mis axilas, las axilas de mi cuerpo que es un cuerpo, como diría Octavio Paz, un cuerpo de día derramado. Mis axilas, delicias claras de oscuro deseo. Mis axilas servidas a la plenitud acalorada de su lengua que, así como mi cuerpo, se derrama sobre ellas.
Escucho cómo la lengua las recorre. Primero una, luego la otra. De arriba abajo sin la pesadumbre de la pausa, sin la demora de los días que corren. La lengua, su lengua haciendo caminos en las axilas, mis axilas. El vientre, mi vientre, despierta al canto chasqueante de sus labios bajo mis brazos. La blancura de mis axilas, y su deseo, patria de sangre, y otra vez Octavio Paz, única tierra que conozco y me conoce, única patria en la que creo, única puerta al infinito.
Su muslo va haciendo espacio entre mis piernas que se separan sin tanto contratiempo. Busco comodidad sobre su muslo e inicia un ir y venir como cuando el viento advierte la tormenta. Deslizo mi vulva sobre su muslo que, al mismo tiempo, trata de adherirse a mi vulva.

Su lengua que no sé si es una o miles, se mantiene en mis axilas lamiendo la soledad que allí suele esconderse. Deslizo mi vulva sobre su muslo.

Su muslo comienza a humedecerse por el roce impertinente. Mi boca desinfla palabras en su oído que las bebe erguida. Sin abandonar la sabrosa llanura vertical de mis axilas, sus manos se desatan a amasar mis nalgas.
Su respiración se agita inesperadamente. Sus movimientos abandonan toda poesía de la lentitud para entregarse al vertiginoso jadeo del deseo desbordado. Sólo ahora abandona mis axilas para que mis brazos lo abracen, mientras él se abraza a mi cuerpo que le entrega el cuello. Lamo su cuello mientras mi vulva lame su muslo, que también se entrega a la humedad cada vez más húmeda. Lo miro a los ojos. Me observa mientras me abandono. Lo miro a los ojos. 

Acabo.



lunes, 5 de noviembre de 2012

Hay noches




Hay noches que son bichos que te muerden. Noches que te despeinan con su indomable aliento. Noches que no son noches, ya que se asemejan la misma eternidad.
Hay noches en las  que te sentís invencible y cruzás en rojo una y otra vez, sin mirar a los costados. Son esas noches que te tumban y te levantan, que te matan y te condenan, pero no del todo.
Hay noches en las que crees que has vivido todo, pero en realidad estás estrenando un “Déja Vu” inacabable, que te lleva al galope de un caballo.
Son noches que cuando se duermen y observas a tu alrededor, sentís te quedan grandes. Noches que pasarán a la posteridad como una innumerable cantidad luces policromáticas, con sabor a champagne y sensación vertiginosa.

(Humedad desbordada y lasciva).

Son esas noches que huelen a pólvora. Noches en las cuales te mordes las uñas hasta despellejarte la carne sólo por beber de todo, un poco más. Son esas noches que te descomponen. Noches en que te delatarías en una rueda de reconocimiento y aún así, continuarías matando y dejándote matar.
Hay noches que se vuelven un sueño, noches que te llevan de viaje, pero con un retorno asegurado. Son esas noches cuyas facturas quizás lleguen con intereses reservados, pero son noches con garras, dientes y vapores con el santo veneno que te hace olvidar. Son esas noches en las que te rendís al mordisco y cruzás la línea. Sólo por probar un poco más.

Una y otra vez. 

lunes, 29 de octubre de 2012

Son esas


Me fascino con las chicas que te miran por encima del hombro en el colectivo y se sacan las bombachas del culo con disimulo. Suelen llevar el pelo suelto, largo, limpio. Huelen a Coco Mademoiselle alternativo, y pienso que deben tener sabor a frutillas con crema acompañado con un vaso de agua fría. 
Son esas chicas que combinan leggins con camisa de hombre y no se pintan los ojos de negro. Tampoco caminan, desfilan. Una detrás de otra. Comen, critican, besan con la boca pequeña. Y se quejan de que sus novios no las atraviesan (muy seguido). 
Son sensibles al cambio y adictas a la testosterona. Creo que me caen simpáticas porque, en el fondo, son unas ninfómanas, unas hembras alfa remilgadas, esperando a que las abran como un canal y les lleguen adentro, muy adentro. Como a todos. Como al resto.



domingo, 28 de octubre de 2012

Trilogía erótica II



Entonces, pegarme a la pared le resulta justo. Mi aliento fijado a la dureza del muro que lo abraza. Él fijado a mi espalda. Su sexo en mis nalgas. Su boca en mis hombros, en mi cuello, en mis hombros, en mi cuello, en mis hombros. Lengua y dientes. Dientes y lengua. Uno, dos o tres suspiros suyos deslizándose bajo mis poros y rozándose unos con otros en mis oídos.
Otros se aferran a mi lengua y me chupan los quejidos lentos, suaves y sutiles. Su verga de acero y empinada haciéndose espacio entre la breve ranura que separa mis nalgas, reluce. Entonces bajar, bajar hacia ellas. Bajar entre ellas. Separarlas y grabarme con la saliva que le suda la lengua todas las cartas que la Srta. Vengance le escribió a la Mujer Pendular, me desquicia. Esas que hace mucho le mostré en una confesión alcoholizada. Todas ellas, detallando un juego de lenguas que a él lo sofocan. Me jura leerlas una a una, e irlas dejando entre lengüetazos impacientes en el camino suave que llega hasta la entrada de mi culo de ninfa dormida.
Sentirme acabar y en plena muerte subir nuevamente a mis oídos, lo vuelve poderoso. Bajo la manta sonora de mis gemidos, leerme unas líneas que inventa para envenenarme, me sacrifican:

- "Quiero hacerlo de forma increíblemente grosera. Quiero sentir tus labios calientes, tu boca lujuriosa chupandome".

Justo allí, sus dedos comienzan a atornillarse suavemente en mi vulva y mi culo, ambos, al mismo ritmo, buscan que me derrame entre las líneas que continúa susurrándome al oído:

- "Lucha con tus tetas y tus pezones rosados​​. Dale, lucha y acercalas a mi rostro. Frotalos, inducí la succión, hacé que tus pechos te lleven lejos otra vez, lográ un orgasmo acústico con mi succión. Hacelo. Hacé que se te peguen entre la espalda y las nalgas las ganas de sodomizar. Como una perra".


viernes, 26 de octubre de 2012

Trilogía erótica I



Lo cabalgo. Lo arreo mientras dejo flotar mis tetas al ritmo que marcan mis embestidas sobre su cuerpo duro. Con vapores le tejo senderos en el pecho. Lo cabalgo. Rezo para que mis caderas se anclen y profundicen el sopor de su lanza. Sobre enfurecidas nervaduras, lo cabalgo.
Lo cabalgo y me muevo de tal forma que la raíz de su sexo queda oculta en la oscuridad de mi vagina. Me muevo. Me muero, vuelvo y jadeo… y muero. Levanto mis caderas, con la yema de la lengua descubro su verga, subo hasta la punta y luego me dejo caer, me dejo rodar de nuevo hasta la raíz.
Siento el flagelo que va abriendo paso en mi carne hervida. Subo y bajo a discreción. Subo y bajo. Bajo y subo. Lo hago al ritmo que quiero. Lo hago al ritmo que muero. Duro. Suave.
Le arranco la piel y elaboro mi propia sinfonía desde su carne que grita espasmos. Lo cabalgo y mis caderas van marcando el cincelado de su falo en mi cavernosa humedad. No tengo razones para detener el ir y venir, el bajar y subir. La sabia resbalosa en mis labios lo agigantan.  Sus manos acomodadas en mi cintura ayudan a profundizar la herida que se abre más y más. Lo cabalgo hasta que se despiertan las furias. Yo muero.
Y mientras él con un dedo levanta mis labios, me invita a mirar bien cómo mis fluidos resbalan por la venas aún inflamadas. Lo entierro de nuevo. Lo trago otra vez y no dejo espacio sin lacerar.

domingo, 21 de octubre de 2012

Confesión



Es domingo por la mañana y dentro de ese patio soleado, hay un cura que me quiere coger por debajo de la falda. Zurzo con esmero las vocales. En los pliegues. Afilo sus tijeras, mi lengua y algunos sellos que seguramente me dejara en la memoria. Luego de mi confesión le pido los retazos.
Como recuerdo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Srta. Vengance


La señorita Vengance me la tiene jurada y no me comprende demasiado, pero a pesar de eso, siempre me hace saber lo mucho que me quiere… Ella a veces piensa que soy una mujer demasiado sentimental y fácilmente franqueable. 
Cuando le digo que no me gustan los hombres que no saben a leche y miel, que no huelen a querer hacerte la mujer más feliz de la habitación, su rostro se transforma. 
Sin embargo ella conoce a la perfección mis giros de mujer pendular, entonces cuando le di
go que me gustan esos tipos que te dicen qué es lo que te espera si succionas con cuidado, si no dejas que se te escape ni un sólo suspiro, se regocija y me sonríe.
La señorita Vengance, se lame los dedos cuando le cuento que me fascinan esos hombres que piensan en mi cuando se masturban, y se preguntan si me ofenderá que me cojan por la nuca sin pedirme permiso.
Son esos mismos hombres que dejan caer su mano sobre tu corazón y aprietan muy fuerte, para después sorprenderse de que no haya sangre, de que ya no duela. De que la carne cruda no valga y de que, pasada la medianoche, los sueños se deshagan como bocanadas de humo en el aire.
La señorita Vengance me dijo una vez más, que aunque me la tenga jurada por ser yo tan sensible, va a hacer lo imposible para que aprenda que de sus vueltas locas, se sacan muy buenos bocados. Y también mencionó, que nunca dejará de llamarme para saber de mi.

jueves, 11 de octubre de 2012

Vértices




Anoche supe que mis tetas subdesarrolladas no le fueron suficientes. Supe que no se puede amamantar a su misma camada, no se debe aunque a veces no quede más remedio. Hoy ya no lo intento.
Mis ganas, resultaron agrias de tanto aguantarme, y en vano se escaparon supuradas por mis pezones agrietados. Hoy sé que como la lejía, hay esperas que también amarillean los flujos impacientes.
Por momentos me pica la cicatriz y me toco allí, justo allí en ésta rajadura enorme, con puntadas de sobrehilado que tejo con la yema de mis dedos, doy consuelo a ésta raja enorme, por donde alguna vez cogimos jugándonos la vida.
En mis ángulos, aún martilla la sensación de labios febriles agrietados, supurando besos calientes, aguantados, contenidos como orgasmos inhibidos, como nudos en la garganta, como gemidos atragantados, y un orgasmo a medio hacer.
En mi centro, me amaso el verbo, el sexo, el verso, me amo, me regalo toda haciendo tiempo, y muero una vez más mientras espero. Mientras me regalo toda, me amaso el verbo, el sexo, el verso, me lamo, me relamo, haciéndome tiempo y mujer. Y ganas.
Con las piernas abiertas mis dedos me repasan y voy limpiando mis urgencias con esmero desmedido. Con esmero me abrillanto las escamas que plastifican mi vulva húmeda, entrometida, que aún araña y enrojece. Que aún se irrita.
Para salir de mi espasmo, con las piernas abiertas voy lamiéndole el cuello a la vida. 
Con las piernas abiertas vuelvo a la vida y me sumerjo, y cicatrizo… Y vuelvo a comenzar mientras me regalo toda.

jueves, 4 de octubre de 2012

La rubia pendular II


La rubia pendular me dijo que fantasea con las contiendas que se desatan en esas fiestas. Habla con seguridad de esos extremos diluidos, de libertad moral. 
Ella ha maquillado sus pestañas y se ha puesto tacos altos. Su labio superior se eleva, a veces. No es mitómana, pero siente que los que no sueñan con algo diferente, son unos idiotas que piensan que lo único bueno es el pan. 
Ella me contó que a veces le falla el contexto, pero no del todo, porque si no lo tiene, se lo inventa. 
Ella no es de esas rubias de ficción, en fin, la mujer pendular vive esa parte de su realidad como más le gusta.


martes, 2 de octubre de 2012

La rubia pendular


La rubia pendular no es malvada. Sólo escribe como piensa. Quizás a veces pueda lucir egoísta, pero no lo es. 
La rubia pendular es distraída y algo mutante. Lo único que desea es ver salir el sol por el oeste y esconder sus pies nocturnos antes de que el amanecer se lleve sus pasos.
La rubia pendular tiene los pies fríos y la entrepierna húmeda, como su lengua...

La mujer pendular


Podría enamorarme de ella. La mujer pendular dice cosas como que "emborracharse y enseñar las tetas en público no es un acto que le dé poder personal a una".
Dice que "todas las mujeres están tan bien diseñadas y programadas por el constructo de la sociedad patriarcal que ya no saben qué beneficia a sus intereses". Damiselas encerradas incapaces de animarse a cruzar en rojo.
La mujer pendular a veces es tan sabia, que le besaría los pies como si fueran dos polos de crema.


A veces



A veces se contraen los hilos que atraviesan los tejidos de piel viva en mi cintura. A veces mi calentura flota encima del colchón. A veces soy carne de cañón, recitándome un verso o vendiendo un beso con mi lengua en contrabando.
Tengo un doble fondo en el cajón para los sueños raros. A veces huelo a café, y no llevo nada debajo. A veces soy descolocada como una pieza de rompecabezas barato.
A veces soy sístole y touché, diástole y labio de trapo, sangre potable, sílaba rota. Vivo el deseo que se me muestra, pero él ya no me permite tocarlo, y luego de cada espasmo (injusto), yo muero en un infarto.
A veces estoy desorientada como una pieza de rompecabezas barato.
A veces abrillanto teclados o simplemente cierro los ojos. A veces agacho la cabeza, o le sonrío a unos ojos que indiferentes a mi calendario, me sonríen.
A veces, si, a veces, porque es lo que se pone en la partida de nacimiento de mis humedades, me lamo sola las piezas que me faltan engarzar.

lunes, 1 de octubre de 2012

Demasiados "Casi nunca"



Casi nunca estábamos desnudos ni acostados, siempre apoyados sobre un auto, en un callejón oscuro o a la sombra de un árbol, él agachado entre mi falda, hacía que se perdieran consecutivamente los botones, como el que arroja monedas a los pobres. 
La ropa medio caída o escalando hacia mi cintura, era más que suficiente para abrir el paso a la carrera. Nunca me vió desnuda. Nos movíamos entre sombras a escondidas y mi figura contorneante, limpia y clara, únicamente se forjó en su cabeza. 
En arrebatos de locura enlazaba su mano en busca de mi sexo palpitante y me gustaba apostar, me jugaba un orgasmo al detenerlo cortando su trayectoria para lamerlo.
Los latidos en su cabeza cegaban la voluntad de mis dedos y sólo pensaba en unir nuestros res-ba-lo-sos sexos. 
Cuando abría su boca para que expulsara sus extasiadas maldiciones, me las ahogaba con su lengua, faltándome la respiración y encontrándola sólo a través de su garganta. 
Él volvía a sonreír sabiéndose triunfador, único dueño y tirano de esas humedades. Luego recogía los restos que de mí quedaban y los atesoraba, chupando mis dedos con succiones de niño pequeño, y oliéndolos después con intensidad. 
Se relamía de gusto y me besaba con calidez, y yo iba volviendo en mí a través del alimento que tomaba de su boca, mezcla de su sabor y el mío.

Conjugar


Desde la última vez que me tocó, supe que nunca bailaré en aguas que no me quitan la sed.
Con él me volví una adicta a cruzar en rojo... Conjugar nuestro alfabeto nunca me había resultado tan necesario.

Respirar. Coquetear. Tentar. Embelesar. Tocar. Estremecer. Desear. Golpear. Excitar. Arañar. Besar. Jadear. Susurrar. Acariciar. Excitar. Manipular. Pajear. Lamer. Levantar. Morder. Transportar. Disfrutar. Dilatar. Voltear. Suspirar. Gemir. Penetrar. Empujar. Temblar. Sonreír. Estremecer. Extasiar. Gritar. Sudar. Gemir. Coger. Correr. Apretar. Aplaudir. Celebrar. Relajar. Suspirar. acostar. Abrazar. Mirar. Irse.

Y en caída libre pintar orgasmos translúcidos. Una y otra vez
...


jueves, 27 de septiembre de 2012

Yo caigo



Anclado en mi pecho destella su corazón y como un fuego me atraviesa el sudor. Yo elevo a los relámpagos mis rodillas de nata, mientras siento a una hermosa bruja levitar entre un millar de caracoles para que no vean mis piernas desnudas.

- “Sí. Aquí estoy. Comeme, bebeme, conjugame o traducime a todos los idiomas como un verbo infinitivo. Hundite. Hundámonos.”

Con su falo camina en mi oscuridad, lubrica mi arco, teclea de manera violenta mis santos bemoles y escribe entre mis piernas su pentagrama con una vitalidad tan total, que se abren todos los portales del mundo, y el cielo me recibe mientras yo intento una plegaria sin sentido ni vergüenza.

Coger, sentir, gritar. Me retuerzo dentro de las letras de éste texto donde siempre habito. Me encierro. Golpeo esa M que está más arriba de la bronca, del sudor.
Dentro de éste papel de puta yo caigo.
Yo caigo.

Yo

verdadera-
mente...

... caigo.

Me triso, y un robusto pedazo remoto traspasa mi carne y la ennegrece.
Es en ese instante donde me siento en un acto interpretado por tres patas de sillas herradas, y sólo una de ellas construye en mi furiosas formas que me penetran, mientras escucho a lo lejos el susurro de mis santos.
Me construye un altar donde encuentro mil veces el fin, un sagrario que se vuelve impuro, pero que en mi aletear dispersa sombras emanando de mi sangre tanta luz, que lo enceguece. Y el cielo me perdona la vida.

Me siento en un acto interpretado por tres piernas, donde sólo una de ellas me llena de flores, mientras lee en mis labios chorreantes, sedientas líneas de muertes inconfesables que lo hacen gritar y matar.
Me ejecuta con un golpeteo firme y precioso, y luego me abandona a un hechizo con un sortilegio de cementerios vacíos que se suicidan en su fracaso de volverme una santa.
Levitando siento que en alguna parte del mundo una mariposa aletea, pero es mi carne que derrocha espasmos santificando a la tierra con sus espermios derramados.

Al final me llega el vacío. Se queman los pecados, hace frío, tiembla un poco, y se oscurecen con mi muerte las sudadas paredes de éste templo.
Y pronuncio su nombre. La luz de su nombre aniquila las sombras. Yo imagino una oración en su nombre, pero ya no rezo.
Sólo me abrazo y tirito un poco en ésta soledad que se desata en mi mundo con el sólo perfume de su carne.
Luego, una vez más pido perdón.


sábado, 15 de septiembre de 2012

No soy


Para él no soy la remota rosa angelical que los poetas cantaron, tampoco la maldita bruja que los inquisidores quemaron, no soy la temida y deseada prostituta, ni la madre bendita y burlada solterona.
Para él, no soy la obligada a ser bella, ni la obligada a ser mala, tampoco la que vive porque la dejan vivir, y menos la que debe siempre decir que si. Para él soy sólo un "ella". 
En medio de todo
eso, subyacen otras cosas que son las que espolean ese deseo y mi existencia. Una historia que hace mucho tiempo le pegó un bandazo a mi vida cambiándola para siempre, se cruzo en mi camino, fue el detonante, descubriendo mi lado más oscuro.
Ahora sé que entregué mi alma, mi piel derritiéndose entre sus dedos, mi cuerpo y mi mente a merced de sus fantasías, arrastrándome a sus pies.
Finalmente me convertí en imagen de mis sueños más perversos, envenenando de lujuria cada segundo de mi existencia, y ya no hay marcha atrás.
Lo sé hace mucho tiempo.


martes, 11 de septiembre de 2012

Ésta mañana


Me despierta la mañana con una cala blanquísima y gigante entre mis piernas. De mi sexo cae un polvillo fino, dorado y blanco. Cae un polvillo.
Dicen los que probaron que es alucinógeno y adictivo. Que inspira la locura… Me lo dijeron.
Siempre supe que es la sensación de dulzura atada a mi piel que evapora sudor, porque lamiendo el sexo entreabierto de mis poros que grita la masturbación con una boca suplicante, el olor a cuerpo excitado despierta el delirio sobre las hojas.
Esta mañana viene todo su sabor a mis dedos proclamando que sus espermios revienten primaveras dentro mío.
Despierto sudando sexo, venero mis líquidos mientras con ellos mis manos limpian mis pezones, y siento cómo se tarda una vez más la entrega de mi lengua en su dureza.
Lo imagino tanto, que hasta puedo sentir que su ingle busca anclarse a mi raíz.
Ésta mañana con mis manos me convierto para él en una postulante más, hecha de consonantes almibaradas. Consoladora y trémula.
Me convierto en su prostituta nuevamente.
Pero una prostituta jamás ruega.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Mi final


Que después del tiempo que se fue (contando) con los suspiros, se reúnen los planetas con los gemidos. Que aquí entre lo que separa el mundo con mis caderas, se encuentra las cosas que no son serias.
Si no volvieran a verme por aquí, sólo respiren, porque seguramente ésta noche caminando a oscuras por el parque, me habré convertido en ozono. En mi final.




jueves, 6 de septiembre de 2012

El espejo



Cuando despierto hago un taller literario entre mis piernas. Me siento frente al espejo. Observo con detenimiento la peculiar marca roja que estampa el centro oculto de mi cadera, y sonrió.
El extraño y placentero ardor que siento entre las piernas, me hace recordar el roce de esos labios desquiciados recorriendo mis muslos y adentrándose en mi vientre, para así, con la lengua larga y a veces viperina, saborear la jugosa dulzura de mi sexo.
Él es culpable de mis pajas matutinas, y ahora necesito odiarlo demasiadas pocas veces, para poder seguir imaginándolo y así poder  saciar el hambre carne abajo de mi ombligo.
Analizo mis piernas, notando marcas de dedos y saliva aún fresca debajo de mis rodillas. Ese hombre aún me debe dos besos sin intereses.

“- Hablame sucio mujer! que quiero imaginarte como en tu historia de putas calientes!.” 
Ese recuerdo convierte en una hoguera a mi juego bien logrado.

Luego, lamerle con el pensamiento la piel sensible desde la raíz, se puede volver un vicio de onanista experimentada, pero sin dudas, no hay mayor placer que pecar en su piel sin pedirle permiso para hacerlo.

Curiosamente, el espejo descarado se atreve a decirme bajito al oído, lo maravilloso que se siente repasar con la yema de la lengua y acabar saboreando el latido de su dureza…
Él es sin dudas, una de mis comidas preferidas, morderle la húmeda piel lechosa se puede volver un vicio, un pecado, o la misma gula. Pero ya no importa, él me hace una puta a su medida, él sabe que cuando las ganas me asfixian, mis manos siempre lo usan como inspiración.
Entonces cuando mi urgencia lo trae, me vuelvo una sucia, me dejo penetrar para que me ahogue con su fuerza. Y mientras me mata, me ayuda a borrar de mi mente todas las fantasías que me desgarran la cumbre, para comenzar a escribir un nuevo capítulo de onanismo.
Me olvido de todas las letras calientes que llegan por imantación a mi cabeza, me entierro las uñas en la piel carnosa y con la imaginación  me dejo respirar un beso en la vagina.
Luego, volviendo a mirar al espejo, imagino como en los hoteles baratos, el momento de huir.
Me lamo los dedos y me visto.

viernes, 31 de agosto de 2012

Buscame


Escribí un soneto a la misma vez que tus aventuras se meten en tus sábanas, luego vení y llename de armas blancas las sensaciones.
Pero con cuidado, que yo soy primavera y tengo la flor de piel. Caete por los laberintos que juntan mis curvas con la hierba de abajo, y perdete con tus dedos de poeta en la piel del diablo. 
Buscame un lugar infernal en tus pupilas, y mientras te olvidas la piel entre mis piernas, retame a un duelo de espadas retina con retina. 

Y luego volvé, que me tenes que lamer.

Vení, que te quiero lamer.

domingo, 26 de agosto de 2012

El beso


Desde el plano de mi ombligo que susurra en el límite del bosque, el cuerpo desnudo se adentra en la piel que alienta conjuros, escuchando la respiración que habla despacio, al placer de un fuego tibio.
Arriba, un beso desde la desnudez sin silencio de la caída (esperando que haya unos brazos al final de un tiempo sin tiempo).
La saliva del deseo se desliza en las caderas de mi soledad, le acaricia los pezones, succiona sus recuerdos y se los bebe en dos segundos. 

Luego le muerde la cintura, le humedece la entrepierna, queda infinita, penetrada, eyaculando imágenes a través de mis dedos.
Intenso lugar... tan intenso que altera la calma.
Un beso sobre mi pezón… Un beso en caída libre.


sábado, 25 de agosto de 2012

Amor de mi vida


Querido mío:
En un día como hoy no quería dejar pasar la oportunidad de recordarte lo mucho que te quiero, aunque eso  vos ya lo sabes muy bien.
Son tantos años juntos, aunque no lo voy a negar me costó encontrarte, tenes que reconocer tu timidez después de nuestro primer encuentro. Parece que fue ayer cuando a mis cinco años investigando me encontré con vos, recuerdo mi gran confusión al confundirte con un pene chiquitito y cómo se reían mis padres cuando les dije que en realidad era un nene mientras te mostraba orgullosa. Suerte que no fue así.
A pesar de mi torpeza con vos, no tardaste en comenzar a mostrarme tus sentimientos, que yo por ingenua confundía con ganas de ir al baño.
Pasaron los años y me olvidé de vos, te puse en manos del primer energúmeno que llegó y el pobre ni siquiera te reconoció el mérito.
Afortunadamente volviste a llamar mi atención y nunca hubiera imaginado que podías darme tanto y tan bueno. Sos tan generoso. Sólo el amor de verdad puede ser así, bastan apenas unos mimos para que me hagas explotar de satisfacción.
Ay qué placer conocerte tan bien! Qué bien la pasamos juntos. Qué lindo es el amor y tener la garantía de que nunca nos separaremos, de que tu felicidad será siempre la mía. Pase lo que pase siempre estaremos juntos.

Mi pequeño clítoris, prometo no volver a ponerte en manos de quien no te sepa cuidar, no volveremos a permitir que nadie te menosprecie, vos vales mucho y sólo mereces protagonismo.

Tu eterna amante.

martes, 21 de agosto de 2012

Él


En ese tiempo, mi vagina depilada podía gozar el juego sucio de sus dioses, y mientras siete arcoíris caminaban por mi cuerpo dilatándome completa, en mi espera yo clamaba ardores y dolor.
Luego, cuando con sus dedos digitaba para mí vaivenes de muertes eternas, con la lengua yo cantaba y escribía prosas sobre su corteza, que lo endurecían más y más.
La belleza de su miembro, tenía sabor al jugo caliente de una mora dulce, porque mi lengua se volvía agua al recorrerlo.
Cuando su cuerpo eyaculaba dalias dentro mío, mi clítoris se embriagaba mareándose, y alcanzando su ritmo orgásmico se bebía de él, hasta la última gota. 

Él, conjugaba mi cuerpo en todos los tiempos carnales.

Adjetivación del cuerpo.
Sustantivación del orgasmo.

- Se puede llevar el sexo a todo lo que existe?

Él me hizo saber que si.

Onanista


El sexo está adentro tuyo y todo a tu alrededor.
Levanta una piedra y lo encontrarás, corta un pedazo de madera y allí estará.
-¡Sexo! ¡Sexo! ¡Sexo! -grité. Tanto deseaba tener sexo que llovieron hasta hombres y prostitutas. 
Yo abrí bien mis piernas para que pudieran entrar hasta el fondo de mí, cuando los sentí a todos murmurar jadeos, contuve la respiración y volé.
Gozaron tanto dentro mío, que súbitamente aprendí a hablar diez idiomas diferentes.


domingo, 19 de agosto de 2012

El bar II


Apenas bajo el escalón de la entrada, noto como un vaho perfumado me corre entre las piernas calientes. Me mira decidido. Se acerca y me llama por el nombre que más le gusta para mí, y mientras me pregunta de quién soy puta, su voz se hace humo en el aire.
Avanzándome, hago varios pasos en retroceso hasta que me siento apoyada entre una pared y su miembro erecto. Me animo a recorrerlo con la yema de los dedos y compruebo su rudeza que entre mis manos se vuelve delirio, me toco y mojo mis dedos. Mi rajadura es carne viva.
Disfruto saber que desde lejos nos miran, gozo al sentir como unos cuantos ojos clavados a nuestras caderas nos devoran, muertos de celos, lo sé.
Con la seguridad de quien tiene gustos precisos, me toma por la cintura con una mano, mientras con la otra levanta mi falda que se empeña en enrollarse, cuando me aprieta y refriega sus duros bordes contra mi pelvis, mi vagina se funde a su pantalón en un primer contacto orgásmico.
Con la lengua, puedo oír las pisadas de su corazón caminar por las venas de su cuello. Mientras me lame se sonríe. Toco sus labios carnosos y penetro su boca, nuestras lenguas copulan y me impregno de su sabor a ron.
Se separa y me observa victorioso, con la mano derecha me abraza con firmeza y me sube al auto. La izquierda me desviste despacio como si temiera lastimarme.
En un beso amplio y profundo, cubre mi desnudez y absorbe la escarcha que tantos meses de espera han dejado en mi cuerpo. Con un gesto ávido me invita a saborearlo más abajo… Lo bebo y me dejo embriagar por ese sabor lácteo con que me endulza el paladar.
Como ida del tiempo, noto que nuevamente me gira de espaldas y percibo un roce de poros, mientras se encamina acompasado a mi cadera erguida a la altura de la suya y se la entrego. La humedad de nuestro aliento quema los cristales y mis manos rasgan huellas que me dejan ver un ir y venir de luces tenues.
Le sigo el ritmo, me dejo abusar y gozo mientras mi garganta hilvana un puñado de gemidos a los suyos.  Siento que nuestro roce casi lo quema, pero no se retira.
Empalada siento que con su lengua va llevándose la piel de mi espalda sudada. Yo deshago sabores en la yema de mis dedos y me declaro su ramera.
Ya no soy yo: soy el líquido vivo que lo habita y mil convulsiones mortales.
Se detiene y no puedo contenerme, giro y lo miro: sólo me escurro silenciosa entre sus dedos. 
De pronto, una voz lo separa abruptamente de mi cuerpo y le dice:
- ¿Me dejas probarla?
La mujer que acaba de entrar al auto, me arranca de su mano y se arrodilla ante mí, me mete completa en su boca y se lleva de una mordida, el caliente vapor macerado en mi bragadura, en ese bar.



domingo, 12 de agosto de 2012

El bar


La boca de mi sexo busca en el aire algún aliento. Intento distraerla pensando en la canción que acompaña las alcohólicas sonrisas que amueblan el bar, pero el ritmo de la música acelera su pulso. Palpita. Me obliga a mirar de mesa en mesa, de cuerpo en cuerpo. Un hombre me sonríe al otro lado de la barra. Levanta la copa, entonces un suave tambor golpea mi carne por dentro y la enrojece.
Él comprende, se pone de pie y avanza hacia mí. Mis ojos están fijos en los cuerpos afanosos de lujuria y pantalones abultados, que se mueven persiguiendo su sexo, disfrazando con una melodía carnal la dolorosa sed de piel sudada.
El hombre me mira y no se detiene; parece adivinar la contienda que me aturde. Se acerca. Algo me dice. Puedo oler el ron que navega por su sangre. Como una llama sobre licor derramado, mi sexo corre por toda la piel y la enardece.
Yo intento ocultarlo pero mis álgidos gestos no son suficientes: sin mucho esfuerzo, él toma mi mano y me conduce al rectángulo de duelo donde decenas de pies se arrebatan el espacio. 
El sonido de la música nos sueltan los pasos. La clave seductora ejecuta un temblor en mis piernas sincopadas, las suyas me siguen con un tacto perfecto. Mis hombros se relajan. Él se aproxima. Su mano, con una firme caricia circular, sostiene mi espalda que se empeña inútilmente en alejarme de su pecho. La pena y la razón me abandonan en un golpe de contracciones y con un respirado y húmedo beso, se realiza la ondulación de nuestras cinturas y las empalma.
Mi sexo siente en el suyo el latido del bajo, que babea, me ensordece.  El roce  nos hace cambiar el ritmo: mi cuerpo parece mudarse a su cuerpo en la lentitud de un giro. 
El hombre me mira y sonríe. Le pregunto su nombre. Él nuevamente acerca sus labios, me deja un hilo de letras pegados en la boca, me hace tragar el sabor de su voz, y se retira.
Lo veo salir del bar solo, sin prisa gira, me observa y me hace un gesto de acercamiento. Mientras me paro y camino trémula hacia él, una lágrima ácida se me escurre entre las piernas.


martes, 7 de agosto de 2012

Profana


Fue lo único que recibí mi Señor. Me escribió un breve mensaje para placerse con mi boca, para que yo lo lavara con mi lengua, (y Usted sabe que eso me dispara), pero me gusto más sentirlo adentro.
Yo estaba arrodillada, con su miembro entre mis labios y me pidió que me levantara para ver si estaba mojada, luego de que me probo los dedos, en un arrebato delicioso me giro e hizo que me incline de espaldas a Usted y me penetro tres veces para luego volverme a mi antigua posición, y que yo terminara lo que había empezado, y así estuve como ausente en el tiempo, devorándolo hasta que se mi boca se sintió completamente untada de sus bálsamos.

Espero lo entienda mi señor y no se mal interpreten éstas palabras, porque si algo es verdad, es que no me importa realmente ser su puta. Con la mirada baja y llena de ganas repito ésta frase que escuche por casualidad, y que a mí me responde muchas dudas:

“Para algo ha de servir este dolor que siento. Lo siento, éste encendido sentimiento de deseo, y de esclavitud a sus caderas es más fuerte que mi voluntad.”

Vuelvo a repasar su intención sobre mi delirio y recuerdo que así desnuda y abierta, me complació hasta la enajenación. Mientras yo estallaba con el ano dilatado por sus dedos y la vagina húmeda, trataba de hilar sus gemidos con los míos, y con la boca ligeramente abierta lamía los azulejos macerados con mi aliento.
Ardiente y dócil para Usted, sólo para usted mi amo, entregada de éste modo, esperaba su castigo orgásmico.
No me importa saber quién soy, y si es que soy alguien o sólo una aprendiz de puta, desnuda me entrego para que Usted me enseñe más.
Arrodillada, y si Usted también lo desea con las manos atadas me ajusticia como profana que soy ante su presencia. Haga que yo le implore, y aunque que Usted ya sabe que no suelo pedir la ración de su carne, acepto el castigo que me da cuando sin preguntar me convierte en una cualquiera.
P.D.
Sólo espero tenerlo pronto entre los labios y sentirlo dentro, ahora llegaré a casa a masturbarme sintiendo la sensación de estar aún contenida, y pensando en la promesa del próximo encuentro.