domingo, 26 de agosto de 2012

El beso


Desde el plano de mi ombligo que susurra en el límite del bosque, el cuerpo desnudo se adentra en la piel que alienta conjuros, escuchando la respiración que habla despacio, al placer de un fuego tibio.
Arriba, un beso desde la desnudez sin silencio de la caída (esperando que haya unos brazos al final de un tiempo sin tiempo).
La saliva del deseo se desliza en las caderas de mi soledad, le acaricia los pezones, succiona sus recuerdos y se los bebe en dos segundos. 

Luego le muerde la cintura, le humedece la entrepierna, queda infinita, penetrada, eyaculando imágenes a través de mis dedos.
Intenso lugar... tan intenso que altera la calma.
Un beso sobre mi pezón… Un beso en caída libre.


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