domingo, 12 de agosto de 2012

El bar


La boca de mi sexo busca en el aire algún aliento. Intento distraerla pensando en la canción que acompaña las alcohólicas sonrisas que amueblan el bar, pero el ritmo de la música acelera su pulso. Palpita. Me obliga a mirar de mesa en mesa, de cuerpo en cuerpo. Un hombre me sonríe al otro lado de la barra. Levanta la copa, entonces un suave tambor golpea mi carne por dentro y la enrojece.
Él comprende, se pone de pie y avanza hacia mí. Mis ojos están fijos en los cuerpos afanosos de lujuria y pantalones abultados, que se mueven persiguiendo su sexo, disfrazando con una melodía carnal la dolorosa sed de piel sudada.
El hombre me mira y no se detiene; parece adivinar la contienda que me aturde. Se acerca. Algo me dice. Puedo oler el ron que navega por su sangre. Como una llama sobre licor derramado, mi sexo corre por toda la piel y la enardece.
Yo intento ocultarlo pero mis álgidos gestos no son suficientes: sin mucho esfuerzo, él toma mi mano y me conduce al rectángulo de duelo donde decenas de pies se arrebatan el espacio. 
El sonido de la música nos sueltan los pasos. La clave seductora ejecuta un temblor en mis piernas sincopadas, las suyas me siguen con un tacto perfecto. Mis hombros se relajan. Él se aproxima. Su mano, con una firme caricia circular, sostiene mi espalda que se empeña inútilmente en alejarme de su pecho. La pena y la razón me abandonan en un golpe de contracciones y con un respirado y húmedo beso, se realiza la ondulación de nuestras cinturas y las empalma.
Mi sexo siente en el suyo el latido del bajo, que babea, me ensordece.  El roce  nos hace cambiar el ritmo: mi cuerpo parece mudarse a su cuerpo en la lentitud de un giro. 
El hombre me mira y sonríe. Le pregunto su nombre. Él nuevamente acerca sus labios, me deja un hilo de letras pegados en la boca, me hace tragar el sabor de su voz, y se retira.
Lo veo salir del bar solo, sin prisa gira, me observa y me hace un gesto de acercamiento. Mientras me paro y camino trémula hacia él, una lágrima ácida se me escurre entre las piernas.


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