domingo, 5 de agosto de 2012

Ellas


Ya eran adictas al lenguaje resbaladizo de sus pieles, dependientes de sinfonías secretas interpretadas de a dos. Eran adictas a cruzarse en rojo una y otra vez.
Una sobre otra, las bocas siempre terminaban confundiéndose, sus bocas se abrazaban por los bordes, derribando el horizonte encendido de sus líneas. 
En cada encuentro, rompían con su saliva como olas sobre las playas de sus lenguas, y se sumergían entre la sed y el océano profundo que las bebía. 
Sus labios siempre terminaban encarnados, uno en el otro, probando la mezcla de sal y de secretos, luego se miraban llenas de intensiones y reían, acariciándose la piel adormecida: Luego se desprendían.


(Y lentamente volvían a ser boca.)


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