domingo, 1 de julio de 2012

Lilith


Cuando más ausente estás, es cuando mi mente más te sugiere como plato principal. Entonces no puedo evitar regarme completamente ante el menor roce de tu imagen con mi imaginación, y mis dedos te delatan cerca. 

Desde lejos te provoco para que sustentes ésta prisa y aunque no te enteres, te traigo con el simple latido de mi vagina que inquieta comienza a hervir. Cuando estás con otra, siento que sos mi "puto" amo pero yo soy Lilith, y me convierto en la venerada y lamida por todos los demonios y vampiros, madre de todas las madres, la que repudió al primer hombre por someterla a la vulgaridad aburrida del “misionero”. 

Me destierro porque soy fuego y ardor, abomino los paraísos simples y me ocupo de mis urgencias. El onanismo se proclama en mí como un mandato sagrado. Las cuevas más oscuras me provocan el placer más exultante, la lascivia y el vicio. 
Entonces es en ese momento, en que recuerdo cuando me pedís que me convierta en una puta para tus deseos y jugamos a todo:

Me ves parada en la esquina más oscura y me preguntas:

- ¿Por cuánto te vendes?

Yo te observo desde afuera y relamo mis dedos inquietos. Luego me subo, y comenzamos a soportar la húmeda sensación de montarnos tan sólo con la mirada, nos ungimos los dedos en mi cavidad que se vuelve cremosa ante el rastro de tus yemas, nos probamos con la lengua y despegamos. Allí me convierto en la más vulgar de todas las que hayas probado y te pido:

- Untame del vaho de tu semen y otras fragancias de tu miembro dulce. Regame con tus especias  y así dejame impregnada de tu olor. Sacame de quicio. Llevame a pasear atada a una correa que apriete demasiado y haceme sufrir.
Lameme por dentro minutos eternos y cuando haya alcanzado el cielo, seguí haciéndolo por fuera, luego con tu sudor, dejame mojada y con tu lengua volveme a lavar completamente.
No me desates las cuerdas hasta que sea un poco tarde. Servime un vaso de tequila que me queme por dentro, y liberame del estigma de tu miembro erecto que siempre me vuelve indecente. Atravesame tantas veces como quieras, y luego de sacrificarme abandoname.
Hace sangrar mis labios con la saliva de tu lengua y que tu boca se convierta amarrada a mi clítoris, en miles de sanguijuelas de colores.
Cuando me penetres, cruzate conmigo en una autopista a cien por hora y acabá conmigo en un orgasmo que te haga reventar dentro mío. Cuando te hayas derramado, quitate así me penetro con mis dedos y con tu jugo, dibujo en mi boca un altar con sabor a miel.
Al final de la noche, cuando te vayas, salí y nega todo, no sin antes decirme:

- Te invito a un café caliente y claro. 
Y sin azúcar. Y sin aliento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario