miércoles, 20 de junio de 2012

La piedad



Explorame hasta que sofoquen mis sentidos, tocame y rasga cada milímetro de piel. Planta tu espalda en mis muslos encumbrados y deja que te roce con mis pliegues húmedos, que te aferre con mis manos haciendo un surco en tu anatomía… deja que mi tacto te construya esos sueños de piel adormecida por los efluvios de mis aromas. 
Someteme al sabor de tus labios, a la sal de tu cuerpo cuando estás exhausto, también dejame un poco del dulzor de tus sabores y dame el gusto de devorarte sin compasión hasta absorberte por completo. Sí... dejame secarte para deleitar a mi paladar, hasta que amanezca debajo de mi lengua una sensación lechosa con sabor a miel.

Luego, debajo del agua, quiero que tu olor se abrace a mis caderas, que se incruste en mi pecho y que se acerque a mi ya pervertida redención… Lavame de espaldas a tu pecho porque quiero lograr, aún sin mirarte, que mi olfato mezcle nuestros aromas y construya uno solo para llevarte a todas partes. 

Grita cuando estemos en silencio, actua como un loco y lameme con tus jadeos, atravesame mientras en mí espalda escribís un nuevo párrafo perfumándolo con mis gemidos, y si el agua se lo lleva, repasame mil veces más hasta tatuar mis sentidos.

Girame y frente a vos, convertime en la puta de tus dedos; dejame que te observe con detenimiento mientras mi lengua se empapa con la luz de tu piel semental y mis manos acogiendo tu dureza, interpretan una danza marcando el ritmo de tu espasmo luminoso. Mírame de frente, levantame y jurame un sacrificio mientras me arrancas la vida sin temores y sin prejuicios. Demudame a tu antojo y convertime en una callejera cualquiera, mientras me sacrificas en tus sudores pegajosos.


(Detenete).


Unos pocos segundos después, vendame los ojos con tus manos y privame del placer de mirarte para encontrarte dentro de mi, en lo profundo, resbalando mientras en tu dolorosa rigidez, se anuncia el fin de las injusticias contenidas en la carne calada… Y cuando estés a punto de ejecutar, no olvides sostenerme mientras mi boca tiñe de convulsiones profanas a la pared, con un exquisito lamento desgarrador...



Al final, y mientras yo desciendo, abrazame y ayudame a volver a la vida...

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