Hace demasiado frío, pero yo no aguanto tanto calor.
Ésta noche ya es tarde y tratare de dormir.
Pero el apetitoso aroma de tu piel despojada de prejuicios me ataca, me desnuda. Y es tu desnudez y tu aliento caliente quienes se cuelan por debajo de las sábanas, que penetran en mis poros, que arden en mi sangre e intentan agitar mis manos emancipadas. Desearía ponerme desnuda y hacerte el amor a la distancia.
Desearía palpar ésta insoportable humedad, y recorrer lentamente el placer universal que se desquicia brutalmente en mis caminos, en ésta cama, sola.
Es tarde a la noche, y desnuda me duermo pensando en vos.
Me tocaría toda la noche, sí:
Me masturbaría (de una forma tan total que me aplaudirían los ángeles), pero me contengo, no quiero manchar el santo recuerdo de tu rostro, ni a la dulce bestia latente en tus gemidos.
(Ni lo que más te gusta de mí: mis manos)
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