sábado, 2 de junio de 2012

Palabras





Palabras, la parte de vos que me acompaña cada noche, las que leo y releo sin dejar de enamorarme una y otra vez. Tu presencia ausente escrita, tu seducción distante, tu atracción de hombre y compañía de amante.
Tengo muchas palabras guardadas en mi corazón, casi todas ellas, sin orden ni tiempo, porque con vos no hay momento concreto en el que disfruté más que en otro, porque sos mi amparo, mi disfrute de alegrías olvidadas, mi soñar de caricias, porque en vos y tu distante existencia encuentro el mayor placer, el que celosamente guardo para ti, el que ningún otro podrá vivir en mí.
De tus palabras recibo aquello que necesito.
Imagino tu mano al tipearlas, escribiendo lo que cada noche leo y releo. Lo sueño seguro y viril, detallando bajo una luz de velas la pasión que te desvelo. Veo tu mano dibujando deseos, escondiendo las imágenes de ellos entre las palabras, entregándote a mí, renglón a renglón, seduciéndome con el más maravilloso amor.
Eso es lo que más me gusta en tu manera de quererme, el río sin fin que haces fluir sobre mí, la sensación de terminar feliz y ver otra vez aparecer los destellos con los que pueblas el placer de mi universo inquieto.

Vos y tus palabras. Vos y tu manera de decirme, frase tras frase, que me deseas, que no podes dejar de sentirme cada día, aunque yo no esté allí, que tus sensaciones no son nada si sobre mí no las derramaras.
Sensaciones me regalas escritas, las que me hacen sentir la emoción de conocerte y finalmente tenerte cerca, las que me descubren que tu entrega acierta sobre cada uno de mis deseos.
Placer me da leerte cada noche, deleitándome en tus palabras, frenándome en las más bellas y dulces, incluso en las más provocativas y perversas. Tu lejanía me hace esclava de los pensamientos, de tus noticias siempre de amor y pasión, las que por su carnal ausencia me convierten en sumisa sirvienta que te espera con el alma en su mano.
Vivo entre palabras tu compañía de amante, en esas palabras en las que nunca me contás tus problemas ya que desde que empezaron a llegar, sólo se gozar con ellas.

Lo sabes bien, sabes que yo desfallezco de amor con cada una de tus frases, porque eso es lo que queres y lo que yo deseo al leerlas.
Mi alma ya es fiel a vos y doblega mi cuerpo. Sí, es ella, mi parte más profunda y espiritual la que me lleva a tu lado sin tenerte cerca, la que me obliga gustosa a residir en la cárcel de tus sentidos, la que desea ser querida, amada, usada e incluso violada por tus letras.
Tus palabras son mi noche sin soledad, tus frases las cuerdas que me atan al capricho, tus palabras las caricias y dominios, tus letras los besos y mordiscos.



Cada noche soy tuya en este lecho donde te pienso. Cada noche me desnudo para vos en esta habitación tibiamente iluminada por tu idealizada presencia.
Cada noche releo tus palabras para poder dormir saciada de vos.
Es por eso que me gusta tanto repasar cada una de tus frases, porque sin orden alguno, aunque lo hubiese leído otras veces, recibirte en cualquier frase siempre convierte a la noche en algo diferente.
Me encanta revolcar mi cuerpo entre tus letras, es mi imaginación la que lo hace, dejar que tus frases se peguen a mi piel, sentir que las palabras me atan a la cama y que ellas migran nuevamente hacia vos para ser peregrinas, en busca del más íntimo placer, sobre mi piel.

Adoro sentir tus letras inundando a la mujer, haciéndome dependiente de tu lejana pasión. Muero por cada vocal y su pronunciación, por soñar la forma de tus labios en ellas cada vez que me rozan.
Enloquezco con tus pensamientos, los más extremos, crudos y sinceros, los que no se avergüenzan de mostrar con claridad lo que me harían sufrir si estuvieses cerca.
Gozo, cómo nunca podría, al sentirme envuelta por tus párrafos convertidos en cuerpo de hombre, sometida a las oscuras lujurias de un grupo de líneas.
Me ladeo en la cama, con mis manos supliéndote, mutando mis dedos en mensajeros explícitos del deseo ajeno.
Allí donde gire y ponga la mirada te veo, allí donde vaya te recuerdo y tus palabras llegan siempre a tiempo, precisas para que se prolongue el limbo del instante que me place sin romper el trance. Cuando creo alcanzar el cenit del placer que me traes, aquél en el que quedo con mi cara pegada a tu pecho imaginado, manchando de carmín la almohada, me llevas más allá y me mimas mientras te miro a los ojos aunque no estés. Cómo desde hoy no voy ha ser sólo tuya si sólo vos sos capaz de darme el cielo sin estar cerca mío?

Cuando siento llegar el orgasmo, cuando amenaza el final del encuentro, cuando mis manos ya no son mías y me estimulan con desenfreno, entonces tu voz me habla del amor sin sexo.
Atrapada me tenes a tus maneras, a tu capacidad de hacerme sentir, a tu dependencia. Cualquier mujer desearía lo que vos haces de mí, cualquiera se dejaría hacer si esas maneras la llenan y cubren de placer.
Amor mío, de a poco vos sabes como soy y qué preciso, podés llevarme a un hermoso paisaje y amarme sin tocarme, podés ser capaz de todo conmigo, incluso de hacerme sentir la puta que en mí necesito para complacerte como hombre para siempre.
Solamente vos y nadie más puede hacer de mí lo que quiera en este lecho de pecado con amor solitario al que te traigo cuando más te extraño.
Paso las noches querida, amada, sintiéndome deseada y orgullosa de ser mujer, gozando como hembra que soy, sin perjuicios ni culpa, sólo porque todo lo que hago lo hago con mi esencia más íntima que aunque distante de tu presencia, te deseo de una manera absoluta y exquisita.

Sé que no necesitas que te explique como me siento, sé que no deseas mi esclavitud, pero bien sabes que en las horas de tibieza no puedo evitar deberme a vos como si fueses amo. Sí, lo sabes porque me escuchas decirlo cada noche, porque aunque lejos me sentís, conoces mi entrega de alma y cuerpo, porque el silencioso nocturno de tu escritorio se llena de mis jadeos y gemidos en cada párrafo escrito que yo leo y releo.
Me sometes, me haces tuya aún sin ser tu voluntad, sólo porque nadie como vos me ha hecho sentir antes lo que aquí. Vivo en medio de tus extremos, nadando entre ellos, gozando con todos, aceptando el todo de tus palabras sabias.



Como cada noche en mi lecho, me nacen alas con tus frases. Retozo hipnotizada de placer y amor, alejada de la realidad diaria. Retozo en el limbo de tus ecos, sobre tus letras de amor y sexo que cada día escribís para esta cama, encerrada en esta jaula invisible que has construido, en esta dependencia a tu oculta existencia.
Aunque jamás te haya tocado, puedo conocer tu olor, el más delicioso de todos los aromas, aunque no me hayas tomado aún, adicta soy a tu manera de amar, a tus extremos que otras temen, a tus verdades viscerales. Puede que esté loca, pero sólo de noche, cuando me alejo del día para ir en tu búsqueda, usando el único camino que conozco, los sueños de tus palabras en mis manos.

Entre pensamientos que son sentimientos, emociones, deseos, carne y espíritu, entre ellas me masturbo al son de tus delirios. Te repaso con mi mente…y rompería todo tu cuerpo con mis besos… porque en tus letras me sacias y te pierdo entre lágrimas de la más erótica y tierna alegría.
Hábil es mi placer hacia ese aspecto, hábil por egoísta de no hallar el final. Mi goce de cuerpo seda la voluntad de alcanzar y domina el parpadeo de los ojos, haciendo que todo se vuelva eterno, en ese baile de desenfreno en el que te traigo con mi mente.
Sé que sabes ser barco, por eso soy creadora de este mar de palabras, para que puedas navegar hacia mi costado… quiero ver tus ojos porque me reflejo pura en ellos, te imagino mirándome dormida, acariciándome completa y otra vez me ladeo para remontar el placer hacia su cúspide… Me sentaría distante de mi imaginación a observar como me lames, como tu boca perversa, la que yo deseo tanto, cómo me tortura con un placer amoroso inagotable… Me gustaría sentarme distante de éste pensamiento y ver como me atas, me vendas los ojos, no sólo de noche, sino todo el día, hoy más que nunca te quiero en mí… Cuando te imagino sobre mi cuerpo me sonrío, me hace feliz sentir tu placer susurrando en mis oídos, saber que gozas al roce de mis senos, que tus sienes se apoyan en las mías y logro sentir el latido de tus venas… lo sabes, sabes que mientras te imagino, me penetras con la fuerza que me hace una mujer completa y que sueño con perderme en vos y no caminar nunca más otro camino que no sea el de tuyo y así una y otra vez te leo, subiendo y bajando esa cima que cada vez cuesta menos de remontar, porque la pasión de tus letras me debilita, me erotiza y me vuelve completamente ajena a mi voluntad.
Gozo cada noche, con tus palabras y con tus frases que leo y releo, con vos a mi lado siempre. Ausente me mantengo en este pensamiento clandestino, un lujoso lugar escondido a la vista de todos menos de vos. Llena de sensaciones en mi cuerpo para ofrecerme sin condición al único que merece mi sentidos más profundos.
Mis ojos son los tuyos al mirarme al espejo. Al ver mi reflejo puedo sentir lo que vos estás sintiendo, puedo imaginar lo que imaginas en ese lugar lejano en el que estás, en esa distancia que te hace único.

Me veo, observo la imagen de mi placer, el recorrer de las manos y masturbar de mis dedos.
Mi boca está entreabierta, mi lengua recorre perfilando de humedad los labios. Mi nariz respira profunda y excitada. Mis ojos se niegan a cerrarse, generando un parpadeo que convierte en placer cada imagen. Mis pechos se endurecen y se alzan al compás del respirar, mi espalda se arquea, mi cabeza de ladea, mi cadera es poseída por una danza reproductiva.
La cintura contornea, la pelvis se alza, las piernas indecisas se separan y acercan, y mis manos me confunden las verdaderas presencias entre neblinosas caricias y la distancia de tu cuerpo que me roza. La caricia de tus palabras que leo y releo se adueña de mi cuerpo.

Mis manos son completamente tuyas, sus caricias ya no son tiernas ni rudas, son sólo estimulación que me aleja de este lugar y me hace viajera hasta llegar a tu lado.
Tus dedos me visitan, se untan de mí y exploran mi sexo con inmunidad. Los deseo dentro, quiero ser torturada por las yemas de tu capricho, soñando que tantos dedos son tu erecto miembro.
Ya no miro espejo alguno, tu imagen y la mía yacen juntas en mi mente. Nos veo amándonos con pasión, entregados sin límite de tiempo, el uno sobre el otro, el otro sobre el uno, tumbados o de pie, conmigo de espaldas o teniéndote al frente, en cualquier posición y en todas a la vez, rodeando mis labios tu pene, sintiendo tu hambre de vulva, penetrada por tu lengua, por tus dedos, por tu dura hermosura, llenando nuestra bocas con la humedad del beso, quemándonos con ello, bañados de tacto sin saber de quién de nosotros son estas manos.
Nos veo gozando cómo animales en celo, abrazados de piernas y brazos, entregados al límite opuesto, empeñados en fundir nuestras carnes en un único cuerpo.

Te veo desaparecer en mí, penetrando todo tu ser bajo mi piel, hasta poseerme por completo y quedar levitante en este goce que ahora me provocas por dentro.
Tu presencia controla mi aire, mis pulmones actúan al ritmo de tu respiración. Viajas por mi sangre hasta alcanzar el corazón y allí decidís jugar al riesgo de la excitante arritmia de mis orgasmos. Me aceleras cómo jamás podría, me detenes y yo quedo inmóvil, pero inmediatamente comenzás de nuevo a bombearme y me llevas hacia la cima más dulce y elevada. Me dominas y sos vos experto en hacerlo todo en sintonía, dueño de mis rincones, quién me arrastra al límite de ser mujer sin tocarte.
Tus manos acarician lo más profundo de mi sexo, tu lengua se anicla a la raíz de mi clítoris, y ya no sé si tu pene se clava en mí o intenta salir, no puedo ya conocer si la estimulación que generas en mis pechos es sobre ellos o lo haces por dentro, cerca de mi corazón.
Mi placer se funde al tuyo en uno, la más potente manera de sentirme viva y eterna, la misma manera con la que me revelo al no ser capaz de soportar más.
Así es, estallo, exploto, porque no hay otra manera de explicarlo. Tus palabras, las que leo y repaso una y mil veces, logran tu presencia el alcance de mis manos, al romper tu placer sobre el mío.
Me confundo en gemidos de placer en un paraíso ficticio alcanzado, lucho por naufragar hasta la orilla de la playa y descansar, lucho para echarte de mí en ésta extrema experiencia a la que siempre me sometes, con la que podría perder la existencia si algún día supiera que jamás te tendré.
Cuando estas en mí pensamiento nocturno, mi entrepierna deja de serlo para convertir en sexo todo mi cuerpo.

La ascensión a esa cima se desborda hacia un cielo luminoso en el que estás sólo para mí, en una batalla por acercarte y hacerte tangible y olerte y no perecer de los sentidos con la adicción de amor que me provocan tus palabras.
Mi respiración ya no es tal, mis ojos ya no ven, mis manos yacen caídas y el pecho alzado, hacia una fe que sólo alcanzo cuando escucho tu voz.
Y sin razón alguna al dormir, te devuelvo a tu lejano lugar, de retorno, distante el cuerpo pero no la mente, a ese lugar donde nacen tus palabras que repaso con mis manos y mi cuerpo una y otra vez.

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